La dictadura se ha prolongado en Venezuela. Son perturbadoras las protestas masivas y las amenazas feroces del gobierno de Maduro contra María Corina Machado. La capacidad del régimen para torcer la interpretación de los hechos violentos, endosando la responsabilidad de incontables heridos y muertos a la oposición de María Corina, no tiene precedente. Pero lo peor de todo es la tragedia humanitaria que sufren a diario los venezolanos por el miedo a perder sus vidas. En el vecindario latinoamericano hay conmoción por la violencia que padece la población del vecino país.

La desgracia de Venezuela sucede fuera de foco en la actualidad mundial. Es triste decirlo. En Estados Unidos la atención de la opinión se centra en la contienda presidencial por las elecciones de noviembre próximo. Aunque el gobierno del presidente Biden declaró que Edmundo González fue el ganador de las elecciones, poca mella hará la declaratoria en el régimen de Maduro. En la otra orilla del Océano Atlántico, los Juegos Olímpicos de París acaparan el interés del público europeo.

La dictadura más larga en la historia de Venezuela fue la de Juan Vicente Gómez. Gobernó por cerca de 30 años, desde los inicios del siglo XX, gracias a una astuta toma del poder que se hallaba prácticamente vacante. Manejó el país desde su hacienda de Maracay, a 120 km de Caracas, convertida en poderosa fortaleza militar y sede de sus potreros y ganado. Convirtió a Venezuela en una hacienda grande que él manejaba como un patriarca. El escritor Rómulo Gallegos escribió en la prensa de ese momento que el ambiente que el dictador creó era un milagro político que le ofrecía al país “la única solución eficaz del complicado problema de nuestra nacionalidad republicana”. Acudió a muchas artimañas para enmendar la Constitución para quedarse en el poder y controlar el gobierno a su antojo. Fue tan hábil que cuando sufrió un colapso cardíaco, resultado de un tumor prostático y la diabetes que padecía, “no quiso” morirse sino en la fecha en que murió Simón Bolívar, el 17 de diciembre. Utilizó la fama de Bolívar como ahora que llevan y traen el calificativo de “bolivariano” para un régimen que no tiene nada del ideario del Libertador.

En la nota periodística citada, Rómulo Gallegos escribió que el prodigio de Juan Vicente Gómez fue “que ayer se habrían apiñado las multitudes airadas para derrocar el régimen tiránico, pero se agrupan hoy en patriótica jornada de civismo en torno al hombre en cuyas manos depositó la suprema voluntad de la ciudadanía”. Hoy es al revés. Las dictaduras saben cómo sobrevivir.