Con el remate de Hinestroza en el último segundo del partido ante Coquimbo se dio por finiquitada la lánguida presentación de los equipos colombianos en el escenario internacional. El 1 a 0 a favor del equipo barranquillero no alcanzó para permanecer en competencia y se completaba la eliminación.

Los dos eventos más importantes a nivel de clubes del fútbol sudamericano, la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana, tuvieron una deplorable participación de los representantes del rentado colombiano.

Junior, el de la mayor inversión, de paso fugaz por la fase de grupos de la Libertadores, sostenía la ilusión en la Sudamericana frente a equipos de menor cuantía. Era un hálito de esperanza para el prestigio y el reconocimiento continental, pero tampoco pudo.

Más allá de la dureza estadística, de la precariedad numérica en la tabla de posiciones, lo que más debería preocupar a los actores del fútbol colombiano es la discreta calidad en el juego y la poca adaptación mostrada a la dinámica y exigencia técnico táctica que pide el fútbol de estos tiempos. Se les vio sin fuerza física y con menos carácter competitivo del que exige el fútbol internacional. ¿Se estarán dando cuenta que con lo que desarrollan internamente no les alcanza? ¿Que la técnica que suele identificar al jugador de aquí no es lo único para completar el perfil para competir con prestancia fuera de casa? ¿Habrá autocrítica, deseos y acciones para revisar y mejorar lo que están haciendo los dirigentes, técnicos y jugadores? Apenas algunos interrogantes que se me ocurren, entre otros más que seguramente cabrían a la hora de evaluar la realidad del FPC.

Una realidad que no ofrece buenos mensajes desde la dirigencia, por sus disputas y acusaciones, por el irrespeto de algunos en sus obligaciones económicas, por su poca visión deportiva, cortoplacistas y solo interesados en procurar ventas. Esto último ha extendido la impresión que se tiene de este fútbol: una buena y económica alacena para nutrir el mercado internacional.

Este fracaso debería convertirse en un motivo para implementar nuevas estrategias dentro y fuera de la cancha. Debería servir para que los dirigentes se interesen en ser más serios y organizados. Para que los técnicos modernicen sus métodos, sean más exigentes y patrocinen un juego más intenso, más osado, más agresivo. Y para que los jugadores se comprometan más con su profesión, se preparen disciplinadamente en todos los aspectos para poder aceptar el desafío del futbol internacional. No lo es todo, pero sí unos buenos primeros pasos.