No sé si la Federación Colombiana de Fútbol o cualquier otra federación tienen en su organigrama un departamento conformado por dos o tres personas, muy conocedoras del fútbol, para estar dedicados permanentemente al seguimiento y evaluación de entrenadores nacionales e internacionales.

Pero no el seguimiento y aprobación que solemos hacer, que solo tiene que ver con los triunfos obtenidos por dichos entrenadores. Esa tarea es muy fácil, solo basta leer la tabla de posiciones de cada torneo. Me refiero a conocer al entrenador en muchas de las dimensiones y funciones que configuran el verdadero perfil de un conductor. Primero sus calidades personales, luego su ideario futbolístico, su habilidad comunicativa, su estilo de liderazgo; la forma como desde su autoridad y conocimientos fortalece sus relaciones con el grupo, el patrocinio acertado a nuevos jugadores, la capacidad de reacción a los momentos difíciles. En fin, a estos y otros aspectos más para que cuando se vaya a decidir sobre la elección de un entrenador o el reemplazo de uno que fue destituido, ya exista un adelantado y concienzudo informe.

Conociendo la macabra realidad de los técnicos de fútbol, rehenes de los resultados, convertidos en fusibles y en los primeros responsables, y muchas veces el único, de las derrotas, entonces habría que estar preparados y no empezar una desordenada y apresurada búsqueda en medio del poco tiempo y una interesada y fastidiosa intervención de los intermediarios y agentes de estos.

La Federación Colombiana de Fútbol está en esas, deshojando la margarita para elegir el sucesor de Carlos Queiroz. Que colombiano, que extranjero… como si la capacidad fuera un tema de nacionalidad. Que con experiencia en dirección de Selecciones, pero si económicamente pudieran les interesaría Marcelo Gallardo, que solo ha dirigido clubes. Como si el 99% de técnicos no hubieran sido primero de equipos y luego algunos asumen como seleccionadores.

De acuerdo a ese requisito limitante, Perú se hubiera perdido de Gareca, que lideró su clasificación al Mundial después de tanto tiempo, y hoy Ecuador no estuviera ilusionada bajo la égida de Gustavo Alfaro, dos entrenadores que solo habían dirigido equipos. Y qué tal ‘Tite’ en Brasil o Scaloni en Argentina para mencionar a los dos grandes de América.

El país futbolero está atento por quién se decanta la dirigencia. Tras el fallido ensayo con Queiroz y con una tesorería maltrecha, por indemnizaciones y multas, da la impresión de que el bueno, bonito y barato es el objetivo.