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Opinión

Los estragos del conflicto en menores de edad

Mientras en el Congreso de la República siguen ardientes debates alrededor de egos y poderes cuestionando o justificando si la paz fue bien o mal firmada, pocos miran con genuino interés hacia el sector más violentado en Colombia: los niños de la guerra. Son los menores de edad –los que aún están y los que ya salieron–, quienes cargan sobre sus hombros el peso de una infancia negada. Una etapa irrecuperable en la vida para miles de niños, niñas y jóvenes reclutados por los grupos armados.

Primero la guerrilla, luego los paramilitares y ahora las bandas criminales, han sido y son los actores de este crimen histórico. Esos grupos cometieron y comenten uno de los delitos más oprobiosos de la humanidad, la violación de derechos fundamentales de seres indefensos. Pero el reclutamiento tiene otras aristas. Muchos menores de edad se vincularon a la guerrilla huyendo a la violencia intrafamiliar, a la pobreza, al abuso sexual en el mismo seno del hogar y a múltiples razones más.

Otros, la mayoría sin duda, fueron arrastrados al monte a la fuerza cambiándoles muñecas y carritos por AK-47. Muchos se fueron a luchar por ideales que desconocían para proteger a los mas chicos de su casa o evitar la retaliación contra sus padres. En las grandes urbes los citadinos vemos lejana la tragedia de nuestros niños campesinos. No sabemos que muchas niñas guerrilleras cumplen funciones domésticas, de guerra y de objetos sexuales. Su “deber” era satisfacer en la intimidad a sus compañeros, cocinar y prestar guardia con un fusil al hombro.

Hoy, en el país, 177 municipios están en riego de reclutamiento de menores de edad. Esa cifra demuestra que el país está huérfano de entornos protectores para niños y niñas. Pero hay una situación aún más preocupante como es la falta de concordancia en las cifras sobre reclutamiento entre el Icbf y la Unidad de Víctimas, lo cual evita diagnósticos adecuados. Al menos se sabe que 30% de niños, niñas y jóvenes fueron reclutados antes de cumplir 12 años, una tierna edad de juegos y sueños.

Somos, lea bien estimado lector, el tercer país con más niños asesinados en este planeta y allí, en esa vergonzosa estadística, entran los reclutados por el conflicto; los abusados y luego muertos; los no asistidos en un centro de salud y los niños desnutridos desde La Guajira hasta el profundo Sur selvático colombiano.

Hay varios elementos coincidentes en el caso de los menores de edad víctimas de la violencia proveniente de diversos frentes. Uno de ellos es la falta de educación. 80% de jóvenes y niños asesinados o muertos en combate o en las calles no terminaron bachillerato. 56% apenas llegó a primaria. Y 6% estaba entre los grados noveno y once.

Interesadas en sensibilizar al país sobre este fenómeno negativo varias entidades como Unicef, Unión Europea y la Agencia Pandi impulsan procesos pedagógicos para fortalecer y mejorar el discurso mediático con un impacto constructivo en la sociedad. Los medios de comunicación tenemos una responsabilidad enorme y la sociedad colombiana una mayor que los medios en torno a los miles de menores de edad a quienes se les robó el divino tesoro.

mendietahumberto@gmail.com

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