Y un día, todo se detuvo. Y el silencio y la inactividad reinaron. Ni fútbol, ni béisbol, ni boxeo, ni voleibol, ni basquetbol, ni ciclismo, ni Juegos Olímpicos, ni Junior, ni Liga BetPlay Dimayor, ni Torneo de la B, ni Copa Colombia, ni Liga de Campeones, ni Liga de Europa, ni Copa Libertadores, ni Copa Suramericana, ni Messi, ni Cristiano, ni Suárez, ni Neymar, ni Mbappe, ni Griezmann, ni televisión deportiva, ni eventos en directo, ni goles, ni jonrones, ni nocauts, ni embalajes, ni premios de montaña, ni medallas de oro, plata y bronce, ni velocistas, ni fondistas, ni nadadores, ni patinadores, ni gimnastas, ni patinadores, ni luchadores, ni levantadores de pesas, ni narradores, ni comentaristas, ni entrevistadores, ni deportistas para entrevistar, ni ruedas de prensa.
Ni Caterine, ni Egan, ni James, ni Cuadrado, ni Nairo, ni Selección Colombia, ni Queiroz, ni Reyes, ni clasificatorio al mundial, ni Copa América, ni boletas, ni Tu boleta, ni el Metro Roberto Meléndez, ni Comesaña, ni Teófilo, ni Borja, ni Viera, ni Cetré, ni las victorias, ni las derrotas, ni los empates, ni las nuevas camisetas, ni los balones, ni las bolas, ni los strikes, ni los ponches, ni los outs.
Ni los aficionados, ni los que van al estadio, ni los que no van, ni los orejeros, ni los peleoneros, ni los que defienden a Comesaña, ni los que lo atacan, ni los piden boletas, ni los que la compran, ni los abonados, ni el revendedor de boletas, ni las tribunas, ni el vendedor de cerveza, ni de agua, ni de gaseosa, ni de paletas, ni de helados, ni de perros calientes, ni de chuzos, ni el que pelea por los puestos, ni el que va con su esposa, ni el que va con la querida, ni el que cuida los carros.
Ni los periodistas que cubren Junior, ni los fotógrafos, ni la cruz roja, ni la defensa civil, ni la policía, ni los inspectores de la Alcaldía, ni el Palco de ACORD, ni los palcos privados, ni los goles en portería norte, ni los goles en portería sur, ni las atajadas, ni los penales, ni los que pitan, ni los que no pitan, ni el sol, ni la lluvia, ni la luna, ni las estrellas, ni la brisa, ni el Transmetro, ni los estaderos, ni las frías, ni la salsa, ni el control, ni la maicena, ni la “gozadera”, ni la bulla, ni el grito de gol, ni la pitada al equipo visitante, ni el corito celestial para el “arbitrico este caballero”, ni nada.
Para el deporte, lo más grave del Coronavirus es un mal derivado de él llamado NI…
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