Soy de los que siempre he pensado que las crisis hay que precipitarlas para corregir lo que haya que corregir y mejorar lo que haya que mejorar. Aquello que decían en antaño que era mejor caer que estar guindando, se puede usar en este Junior de Barranquilla, cuya décima estrella contiene la mayor cantidad de situaciones adversas, enrevesadas, problemáticas e inverosímiles, que sirvieron de experiencias para llegar a ser el mejor equipo del semestre.
Que no siempre el que gana es el mejor, es una expresión de equipos perdedores. Nunca un campeón dirá semejante aseveración que contiene frustración y tristeza.
El fútbol, como la vida, no es lineal. Tiene curvas, subidas, bajadas, momentos gratos e ingratos, conflictos, unión y desunión. Por todas esas pasó este Junior 2023-2.
Medellín es un gran equipo con un gran técnico. Mostró su fortaleza y buen fútbol a lo largo de los partidos hasta acceder a la final eliminando a Millonarios, América y Nacional.
Y si Junior venció en la final al gran equipo Medellín, al poderoso, al favorito, entones es el mejor de todos.
Que si se juega el fútbol así o ‘asao’, es otra cosa. Para gustos la vida, el fútbol, el buen vino, los boleros y el perfume de las damas.
Querer encajonar a los técnicos, al gusto que tenemos por la manera cómo se puede jugar al fútbol, es de tal prepotencia que, por lo general, lleva a los descaches.
Todos los técnicos saben. Unos ganan más que otros. Que no jueguen como “yo quiero”, es otra cosa. Las posiciones absolutistas nunca fueron buenas, ni en la historia de la humanidad, ni en el fútbol.
El victorioso Arturo Reyes, técnico campeón con Junior, llegó a Barranquilla con su trofeo corroborando que fue el mejor. Ese mismo Junior y ese mismo Reyes que fueron pronosticados que regresarían derrotados por el mejor equipo y el mejor técnico. Es que no aprenden…