Desde el neolítico, cuando surge la economía productiva con la agricultura y la ganadería, ha habido quiebras o bancarrotas por las guerras, las epidemias, los desastres naturales o los ciclos recesivos, pero fue en el capitalismo que el Derecho dotó a las sociedades de la figura jurídica de la insolvencia para tratar los episodios litigiosos entre deudores y acreedores.

Según firmas especializadas, en 2021, en Colombia más de 3.000 ciudadanos se acogieron a la Ley 1564 de 2012 (Código General del Proceso), que define el marco para tramitar las insolvencias de las personas naturales no comerciantes, lo que representó un aumento del 25% de quienes se declararon en quiebra respecto al año anterior, a pesar de que 2021 estuvo identificado como un año de reactivación económica después de la larga cuarentena impuesta por el Covid-19, que comenzó a finales de marzo de 2020 y que al principio fue decretada por 15 días, pero se fue ampliando a medida que la pandemia crecía en contagios y muertos.

A partir de ese momento comenzó el viacrucis de los colombianos que perdieron sus empleos. Muchos compatriotas no pudieron seguir pagando sus obligaciones y se vieron forzados a acogerse a la ley de insolvencia yendo a centros de conciliación o notarías (que cuentan con autorización del Ministerio de Justicia) para realizar negociaciones de pagos con sus acreedores bancarios o particulares.

También el tejido empresarial resultó afectado por los estragos de la pandemia. De acuerdo con un informe de Portafolio en los primeros cinco meses de 2022 quedaron en la insolvencia 181 compañías (la mayoría pequeñas y medianas). Para ellas los instrumentos de negociación los contempla la Ley 1116 de 2006 (Régimen de insolvencia empresarial).

Dora Aaron, abogada con amplia experiencia en el tema, señala que los procesos de negociación no son fáciles, y en ocasiones las controversias de personas naturales no comerciantes terminan en la jurisdicción civil.

De hecho, todo proceso de quiebra genera en los involucrados no solo una tensión con sus acreedores, sino que puede conducir a desenlaces fatales cuando los deudores no ven o no encuentran alternativas para superar sus morosidades y cumplir sus acuerdos de pagos. Ha habido suicidios cuando las personas sucumben frente a la ansiedad y la depresión. Así que las insolvencias no son un tema cualquiera. Ni un tema menor. Es un drama cuando una persona siente que no tiene la solvencia requerida para atender su pasivo. Es como si se le derrumbara el mundo.

La decisión adecuada, dice la abogada Aaron, es consultar una asesoría experta y sortear de la mejor manera un escenario de insolvencia cualquiera sea su dimensión. Es equivalente a acudir a un buen médico especialista para enfrentar una preocupante dolencia.

El frenazo económico que está anunciado seguramente aumentará las insolvencias personales y empresariales.

@HoracioBrieva