Hay en el debate público un malentendido que debería superarse y la coyuntura electoral de 2019 es una excelente oportunidad. Consiste en creer que la participación ciudadana es un asunto que solo le interesa a la izquierda y la seguridad a la derecha.
Es una equivocación porque ambas son un derecho y no tienen color ideológico. Tanto la una como la otra hacen parte del entramado de una sociedad democrática. Es lo que piensan académicos muy respetables.
Refuerzo esta convicción con lo dicho por el experto chileno Eduardo Vergara en un evento realizado en Cartagena, el martes 25 de junio, denominado ‘Gobernanza democrática de la seguridad ciudadana en Colombia’ y organizado por la Fundación Paz y Reconciliación, con el apoyo de Friedrich Ebert Stiftung y Open Society Foundations. Con Vergara interactuaron otros especialistas como Hugo Acero, Ana Joaquina Ruiz y Ariel Ávila, quien acompaña a León Valencia en la dirección de Pares.
Vergara, tras definir que seguridad es “sentirse libre de amenazas de todo tipo”, señaló que la “centro-izquierda ha dejado que la derecha se apropie del tema de la seguridad por no querer que se le asocie con la mano dura”. Aclaró, desde luego, que la mano dura no puede ser la única alternativa para enfrentar el delito. De hecho, su enfoque, igual que el de Acero y Ávila, es que el mayor componente de una política integral de seguridad ciudadana debe corresponder a la prevención, a la desactivación de las causas sociales y económicas profundas que generan la inseguridad, pero, teniendo muy claro que la coerción, que la fuerza del Estado, es absolutamente necesaria e inevitable cuando se trata, por ejemplo, de combatir el poder criminal de las mafias. Ahí no puede haber ningún tipo de vacilaciones, sea de derecha o de izquierda el gobierno. En ese orden de ideas, Vergara planteó que las detenciones no se deberían “orientar a los eslabones débiles del narcotráfico, como los consumidores o portadores de drogas en los espacios públicos, sino a los grandes capos del negocio”. Por la implementación de políticas erradas, añadió, “la cárcel se ha convertido en un indicador de éxito y en una extensión de la pobreza”.
Siguiendo el hilo argumentativo de esta columna, la participación ciudadana, entonces, debería hacer parte también de las prioridades de la derecha, porque en el actual espectro político universal son crecientes las mezclas entre izquierda y derecha: estos bandos ideológicos ya no se ubican a lado y lado, como en los tiempos de los jacobinos y girondinos. Más allá de las marquillas, lo realmente peligroso en una democracia es la concentración del poder en manos de los partidos de cualquier ropaje.
Superemos, pues, los malentendidos. Ni la seguridad es sinónimo de represión como cree cierta izquierda, ni la participación ciudadana equivale a motín como piensa alguna gente de derecha.
@HoracioBrieva