La lealtad es un valor ético y moral que implica estar dispuesto a apoyar y defender a alguien o algo, incluso en situaciones difíciles o desafiantes. Se basa en la confianza, el respeto y el sentido de responsabilidad hacia aquellos con quienes hemos adquirido compromisos.

De manera sencilla, ser leal significa mantenernos fieles a nuestros principios y a las personas con quienes nos hemos comprometido a apoyar. Solo podemos definir a una persona como leal si sus acciones y actitudes demuestran devoción y conexión con los demás.

Ser leal no significa respaldar acciones inmorales. La verdadera lealtad implica tener el coraje de guiar a aquellos a quienes amamos y apoyamos, incluso cuando necesiten correcciones o consejos sinceros. Siempre será importante no confundir la lealtad con la obediencia ciega.

En las relaciones personales, la lealtad es una fuerza poderosa que nutre la amistad y el amor. Cuando somos leales a nuestros amigos o seres queridos, estamos dispuestos a estar a su lado sin importar las circunstancias. La lealtad nos impulsa a brindar apoyo emocional, a escuchar sin juzgar y a ser una roca en tiempos de dificultades. Sin la lealtad, las relaciones se vuelven frágiles y carecen de solidez.

En el entorno laboral, la lealtad se convierte en un pilar esencial para el éxito organizacional. Cuando somos leales a los objetivos y valores de la empresa, la productividad aumenta, el personal rota menos y se solidifica la cohesión en los equipos de trabajo. Los líderes leales inspiran confianza y motivación en sus subordinados, lo que favorece el desarrollo de un ambiente laboral agradable y productivo.

En momentos de crisis o desafíos, la lealtad se pone a prueba. Los equipos de trabajo leales apoyan a las empresas buscando soluciones para superar los obstáculos. La estabilidad que esto genera es crucial para la continuidad y la resiliencia de una organización.

Es posible que en algunas situaciones laborales se presenten conflictos sobre a quién o a qué ser leal. Cuando esto sucede, es necesario encontrar un equilibrio ético que permita tomar decisiones coherentes con los valores fundamentales. Es importante insistir en que la lealtad no debe ser ciega ni excluyente, ya que si lo permitimos, puede llevarnos a cometer acciones inmorales o perjudiciales. Es vital mantener siempre una lealtad equilibrada y fundamentada en sólidos principios éticos.

Próximo a cerrar un ciclo laboral como directivo de una institución del sector educativo, agradezco a mis compañeros, a mis jefes y, por supuesto, a los estudiantes, por la lealtad en que siempre basamos nuestras relaciones. Tengo la convicción de que el haber podido ser leales a la rectitud, a la alegría y a la verdad, nos permitió aportar significativamente a la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

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