Casi tres años después de la aparición de los primeros casos de covid-19 en China se continúan describiendo en nosotros efectos negativos directos de la infección por el virus, e indirectos de las medidas implementadas para la atención de la pandemia.

En los niños, que durante la crisis se consideraron como población de bajo riesgo (la inmensa mayoría de los casos presentaron una enfermedad leve), se están haciendo evidentes algunos impactos que han llamado la atención de la comunidad científica mundial y que parecen estar directamente relacionados con los cambios en los patrones de comportamiento social que la emergencia sanitaria les generó: aislamiento obligatorio, distanciamiento físico y uso de tapaboca.

En los lactantes, publicaciones recientes reseñan un retraso en el desarrollo del lenguaje de los nacidos durante el primer año de la pandemia. Este hallazgo se ha detectado independientemente de si el niño tuvo o no la infección, descartando como su causa una alteración neurológica directa generada por el virus. Sin la explicación biológica ya de por medio, las investigaciones han postulado como origen del retraso la baja exposición que tuvieron a vocabularios por fuera de su entorno familiar, y la limitación de tiempo para estimularlos, que el trabajo remoto, y la necesidad de colaborar con la educación a distancia de sus hijos mayores les impuso el aislamiento obligatorio a sus padres. La buena noticia es que gracias a la plasticidad cerebral en estas tempranas edades, con los estímulos adecuados, los niños se están “poniendo al día”.

En los preescolares y escolares la situación es un poco diferente. Al limitarse su interacción presencial con otros niños, las infecciones respiratorias causadas por los virus comunes de esas edades casi que desaparecieron. Sus sistemas inmunes no tuvieron la oportunidad de irse desarrollando de manera progresiva como naturalmente debe suceder. Al regresar a la presencialidad, con sus defensas relativamente inmaduras, se han enfermado más frecuentemente de lo esperado, generando ausentismo escolar importante y en algunos casos cuadros severos con desenlaces lamentables. La esperanza aquí una vez más está en las vacunas, las tenemos disponibles contra la covid-19 y la influenza, usémoslas.

Por último, y no menos importante por ello, son los resultados que empiezan a conocerse de las pruebas que evalúan la educación en los diferentes países. En Estados Unidos, el reporte más reciente (National Assessment of Educational Progress - NAEP) mostró retrocesos históricos en el aprendizaje de los niños. Los puntajes obtenidos en Matemáticas disminuyeron como nunca antes, los de lectura retrocedieron a niveles de hace 30 años.

Si bien, a nivel mundial fue meritorio haber podido mantener, con la opción remota el sistema educativo en movimiento, los datos nos muestran que la calidad sufrió un gran deterioro. En Colombia, las esperados resultados de las pruebas Saber 3º, 5º, 7 º y 9º nos mostrarán, antes de finalizar el año, nuestra realidad.

En medio de las incertidumbres mundiales que enfrentamos, es deseable que implementemos sin dilación las intervenciones necesarias para recuperar el terreno perdido en las áreas citadas. Asumir que ya todo pasó y que regresamos a la normalidad como la conocíamos podría significar condenar a los adultos del mañana a pagar un alto precio por haber sobrevivido a la pandemia.

@hmbaquero