Soledad ha estado siempre en mi sentimiento profundo, en mis recuerdos permanentes. El de mi abuelo, Blas Fiorillo, por ejemplo, orfebre virtuoso y terco que curaba caballos y proyectaba cine en las iglesias de los pueblos; el de mi tío Luis, padre de 12 hijos, un ingeniero de ojos azules tan cercano a la magia, que encontraba agua con una varita de guayaba. El de sus 12 hijos, mis primos, con quienes pasé en la finca San Vicente los mejores domingos de mi infancia, cazando lobitos y tierrelitas. Recuerdos todos de Soledad, municipio al que iba yo acompañado de mi padre, chef entre sobrinos, de un magnífico, suculento y muy personal spaguetti a la bolognesa, que él nos servía en ocasiones secundado por su hermano, mi tío Fernando, solo para el récord: campeón nacional welter junior, primer boxeador colombiano sobre el ring del Madison Square Garden, de Nueva York.
En nuestros viajes a la finca San Vicente, encaramado a la parte trasera de la vieja camioneta de mi padre, solía yo leer en esos viajes de carretera destapada novelas y relatos de toda índole, mientras mis primos me advertían: “Se te va a desprender la retina”, como si uno tuviera pegadas las partes del ojo con goma.
Soledad forma pues capítulo intenso de mis recuerdos familiares, de modo que me da mucho gusto estar aquí, dando la bienvenida y haciendo entrega al señor alcalde, Joao Herrera, de un libro estupendo, este primer ejemplar de Cuentos de La Cueva por Soledad, eslabón magnífico de un proyecto que echa cuentos por todos los rincones de Colombia.
El cuento es el género más popular, apasionante y olvidado de la literatura universal, en un largo momento en que las editoriales del mundo prefieren invertir en novelas.
Desde sus orígenes, la Fundación La Cueva tomó partido y se comprometió de manera entusiasta con el relato corto, instituyendo desde 2011 el Premio Nacional de Cuento, que entrega distinciones y antologías todos los años.
El cuento, como sabemos, fue cultivado con maestría por José Félix Fuenmayor, Álvaro Cepeda Samudio y Gabriel García Márquez, miembros del legendario Grupo de Barranquilla, que honramos en La Cueva, único bar restaurante patrimonio de Colombia.
Inspirados en su ejemplo, iniciamos en 2011 el programa La Cueva por Colombia, que sigue hoy llevando a destacados cuentistas del país por veredas y municipios remotos, donde leen sus historias y hablan de su obra.
La lectura alimenta la curiosidad del lector y aumenta su conocimiento. La lectura estimula la imaginación y nos informa; ayuda a la comprensión de textos, mejora la gramática, el vocabulario y la escritura; nos permite evadirnos de este mundo e ingresar en tantos otros.
La Cueva por Colombia en Soledad ha merecido capítulo aparte. Gracias Joao, por acompañar este proyecto, por dárselo a tu pueblo. Hemos tenido mucho gusto en entregarte el primer ejemplar de un ejercicio literario que esperamos deje sus frutos en tan entrañable comunidad.