Somos distópicos
En las más altas dignidades de la política se libran batallas que son más de odios que de propuestas, en las que se sacan los trapos sucios de tal manera que la noticia no es cómo vamos a mejorar las condiciones de los colombianos, sino las denuncias mutuas. El sustantivo corrupción se hizo cuerpo y habita entre nosotros, muchos de ellos están siendo investigados por diversos delitos. El presidente tiene el presente y el futuro en sus manos.
Esto define la RAE. “Distopía: Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”. Distópico es lo contrario de utópico, pues, se refiere a un mundo imaginario indeseable.
Cambio la primera i de la palabra ficticia por una a y me encuentro con dos resultados. El trastorno Facticio, que es un trastorno mental severo en el que una persona engaña a los otros fingiendo estar enferma o enfermándose a propósito. El otro es lo fáctico, lo factual, lo que está basado en los hechos y no en lo teórico o imaginario.
Me estremezco al pensar que nos hemos adelantado al futuro y, de manera vertiginosa, hemos creado una sociedad lo más indeseable y alienante posible en la que nadie quiere vivir. Nos hemos convertido en un país en el que predomina la violencia en sus cuatro puntos cardinales, en cada esquina o vereda, microguerras entre diversos grupos variopintos y con su propia razón para la guerra. Es frecuente el recibo de un buen número de videos con unos niveles de perturbación mental que resulta difícil decir quién está peor entre el sicario que acaba de cometer un acto, o los justicieros que lo muelen a golpes, le echan gasolina y le prenden fuego en plena vía pública. Eso en psiquiatría social se puede interpretar como una folie á deux, locura de dos, un síndrome en el cual una creencia paranoica o delirante se transmite de un individuo a otro y terminan haciendo juntos barbaridades de ese tipo.
A cada minuto cambia la frecuencia con que se comete un abuso sexual a nivel nacional en niños o en niñas de cualquier edad y, en el más alto porcentaje de casos, el victimario convive con el menor o tiene alguna familiaridad. El nivel de violencia intrafamiliar, incluido el feminicidio, se mantiene en los niveles habituales, ya como noticia, ya como denuncia en las redes; muchos hogares son campos de concentración en los que las mujeres son sometidas y degradadas. El maltrato infantil es todavía aceptado como forma de educación. El matoneo se presenta en cada colegio del país.
En las más altas dignidades de la política se libran batallas que son más de odios que de propuestas, en las que se sacan los trapos sucios de tal manera que la noticia no es cómo vamos a mejorar las condiciones de los colombianos, sino las denuncias mutuas. El sustantivo corrupción se hizo cuerpo y habita entre nosotros, muchos de ellos están siendo investigados por diversos delitos. El presidente tiene el presente y el futuro en sus manos.
Más distópicos no podemos ser en esta forma particular de antiutopía que vivimos llamada Colombia.
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