Bastante atención me ha demandado sentarme con mi hija de 14 años a escuchar las nuevas influencias musicales que atraen a los chicos de hoy día, entre las cuales ocupa lugar relevante lo que se conoce como K-pop, es decir Pop Coreano, de Corea del Sur, el cual se encuentra constituido por diversos géneros musicales que van desde la música clásica, pasando por rock, jazz, hip-hop, reggae, country, fusionado con la música tradicional coreana. Suena desde 1990 pero sus orígenes se remontan a 1953 cuando se separaron las dos Coreas y la del sur permitió la introducción de los estilos occidentales de música, en especial el pop y el rock and roll.
Debo reconocer que son muy buenos en dos aspectos fundamentales para atraer a los chicos, el ritmo y la coreografía, más aquella “cosa” oriental de la disciplina y el rigor para hacer todo cercano a la perfección. Desde el punto de vista estético la coreografía no tiene nada que envidiar a otras de esta naturaleza y de reconocida influencia, como el break dance. Es curioso escuchar a un coreano rapeando en ese idioma que es totalmente desconocido pero tiene su gracia para capturar a quien lo escucha, me he sentido capturado por su sonoridad.
Pero su influencia se da a todos los niveles en los adolescentes, en especial, en la pinta, o el outfit, como lo llaman ahora. Barranquilla parece una segunda Seúl al observar tantos chicos vestidos como los coreanos: chompa con capucha -a pesar del calor de la ciudad-, jeans rotos y tenis, algunos se pintan las uñas y hasta se echan brillo en los labios. Y aquí es donde empieza a complicarse el análisis de toda una cultura que tiene serias implicaciones para nuestros hijos.
Resulta que no es tan fácil pertenecer a estas bandas, porque se necesita un prototipo específico en la apariencia de los miembros varones, todos deben tener una cierta apariencia andrógina, de tal manera que, a primera vista, es difícil distinguir si son mujeres. Son exigencias de las compañías disqueras, quien no tiene este outfit no ingresa a la banda. El peligro de esa cultura es que puede enviar mensajes equivocados a nuestros adolescentes con respecto a la identidad sexual.
En mi consulta es frecuente encontrarme con chicos y chicas completamente absorbidos por esta cultura musical y que visten igual que aquellos orientales, que no tiene nada de malo. Lo preocupante es que paralelamente con esta manifestación cultural musical, hay otro tipo de manifestaciones, como lo que se conoce como “Hentai”, que es pornografía oriental bien fuerte y hace sonrojar a cualquier adulto, y a la cual es fácil acceder con sólo buscar la palabra.
De tal manera que, toca sentarse con los hijos adolescentes a conversar sobre estas nuevas culturas que se apoderaron de los medios de comunicación y ante las cuales no tenemos cosa mejor para hacer que conocerlas para poder recomendar a nuestros hijos al respecto.
Ya soy aficionado a Seo Taiji, BTS, Boys, y comparto con mi hija a Black Pink, la banda coreana femenina que más le gusta.
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