Champú de poesía
Es inquietante y seductora la voz de un escritor que insiste en que la historia de este país necesita ser contada de otra manera porque nos inventaron una que no es real y existe de manera amañada en la mente de quienes la han contado. Cuánta razón tenía mi profesor de historia en bachillerato cuando nos recomendaba que no creyéramos en ninguno de esos libros acerca de la historia de Colombia.
El responsable de esta emoción tan bacana que tengo entre pecho y espalda es Ramón Molinares por haberme llevado a la Feria del Libro de Santo Tomás el pasado domingo. Aventura que empezó temprano en la puerta del Hotel El Prado para recoger al maestro de las letras nacionales William Ospina y llevarlo a la feria en Santoto, era el invitado especial.
Sentado en el asiento trasero, la brisa del aire acondicionado me traía la frescura de las palabras de este par de hombres de letras que hablaban de poesía con la misma naturalidad con que respiraban y con memoria de autistas para sacar de lo más recóndito de sus hipocampos pedazos de poemas que recordaban a dúo, o el uno le daba la pauta al otro para que completara el fragmento. Y yo aquí atrás tomando conciencia de mi ignorancia o desmemoria en poesía al tratar de recordar tantos autores que mencionan y me dejan con la sensación de conocer sólo la punta del iceberg mientras ellos bucean en las profundidades del océano poético.
En esa nota llegamos a la Tercera Feria del Libro en el municipio de Santo Tomás, un espacio decorado con una sorprendente cantidad de libros para todas las edades hechos por escritores del patio, ediciones de buen gusto estético acerca de poesía, prosa, investigación, creatividad en los libros para niños. También hubo pinturas con una composición y confección profesionales en las que se nota la escuela. Una de las poetisas me aclaró que mi rollo con el arroz volao y el cucayo se debe a que falta poesía en mi cocina. Como dijo Chucho Valdez en Barranquijazz: Coñooooooo.
Más ignorante me sentí al escuchar a los tomasinos hablar con el maestro Ospina de su extensa obra con una familiaridad que proviene del conocimiento de la misma y que debió emocionarlo al saber que sus escritos en diversos formatos, que se conocen a nivel internacional y en los que aporta una visión y perspectiva particulares para un mejor ser y estar en este país, son leídos en un municipio del Atlántico con el mismo gusto y sentido crítico de cualquier metrópolis del extranjero.
Es inquietante y seductora la voz de un escritor que insiste en que la historia de este país necesita ser contada de otra manera porque nos inventaron una que no es real y existe de manera amañada en la mente de quienes la han contado. Cuánta razón tenía mi profesor de historia en bachillerato cuando nos recomendaba que no creyéramos en ninguno de esos libros acerca de la historia de Colombia.
La vaina quedó tan buena que Yemayá nos regaló un aguacerazo al final del acto para bendecir a la palabra de tantos obreros del verso que mantienen el fuego de la creación literaria en medio de tanta desidia de parte de los que deberían auparla.
La Feria del Libro en Santo Tomás me regaló una asomo de esperanza para un renacer de la cultura en el Departamento del Atlántico, es una joya que hay que apoyar para conservar, por eso Ramón y yo estamos armando desde ya la del próximo año y reclutando intelectuales para llegar al municipio en caravana y tomárnoslo con la palabra.
¿Quién dijo meto?
haroldomartinez@hotmail.com
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