Entiendo que sigue abierta la polémica por la necesidad de establecer criterios definitivos acerca de la penalización a los violadores y asesinos de niños, reactivada en estos momentos por una ponencia que pide tumbar la cadena perpetua a los violadores. Como desconozco la ponencia y lo relacionado con el Derecho, no opino sobre el sentido jurídico de la sentencia actual ni de la ponencia que presentan, pero sí me siento en el deber ético de aportar al debate desde las neurociencias, que es lo que conozco y los jueces necesitan conocer para tener más elementos a la hora de decidir.

Todo niño, niña o adolescente (NNA) abusados terminan haciendo, indefectiblemente, un trastorno de estrés postraumático, todos aquellos síntomas que se presentan después del acto abusivo y que permanecen para toda la vida tallados con dolor en el cerebro. Pasa por 3 etapas: hipervigilancia, la sensación de terror ante la amenaza de ser revictimizado; evocación, cualquier evento que lo recuerde puede desencadenar los síntomas devastadores de la primera vez; resolución, sin que se olvide el trauma sin importar la edad en que ocurrió. No existe en este planeta ninguna ampolla, pastilla, jarabe, o psicoterapia que borre esa escena (s) primaria. Lo que sí hacen los medicamentos y las psicoterapias es tratar de recomponer ese cuerpo y esa mente fragmentados por la atrocidad cometida en su contra. El resultado final de estas vidas, dependiendo de una serie de variables, puede ser la homosexualidad, la depresión, la psicosis, el alcoholismo, la drogadicción, la delincuencia, el suicidio.

El cerebro del violador, puede ser asesino también, no va a cambiar nunca, está torcido por siempre, tiene una estructura de funcionamiento de la que no puede escapar y será un abusador sexual toda su vida, no importa si es cadena perpetua o menos tiempo. La cárcel no lo va a cambiar, no importa si se convierte a alguna religión y lee sus dogmas, o practica la caridad, o jura no volver a hacerlo. Lo único que hace su cerebro en la prisión es recordar las escenas de sus abusos, y disfruta recordándolas, y se excita sexualmente, y fantasea con los NNA que recuerda que vivían por su vecindario y que no abusó. Y el día que salga de la cárcel lo primero que va a hacer es buscar un menor para abusarlo y satisfacer todas sus fantasías perversas y, posiblemente, hasta lo asesine.

Lo que está en juego con esa decisión es, nada más y nada menos, que un ejemplo de justicia para un país con una niñez desamparada por el Estado y también por una gran cantidad de padres irresponsables que no cuidan a sus hijos de estos monstruos.

La cadena perpetua o la pena de muerte no resuelven nada sobre el abuso, hay que buscar un método más inteligente de hacer pagar por su atrocidad a estas personas que reclaman dignidad humana después de acabar con la dignidad de muchos NNA y sus familias.

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