Las imágenes que continúan enviándome en las que aparece el ataque salvaje de los hinchas del Unión Magdalena contra los jugadores, no tiene presentación, nunca me pasó por la cabeza que este tipo de situaciones pudieran presentarse en Santa Marta, mi ciudad amada, porque no es costumbre que esas acciones violentas ocurran en nuestro patio, menos en un evento deportivo, y mucho menos contra unos jugadores que están desprotegidos en la cancha porque, como resulta evidente en todas las imágenes, los organismos de seguridad que debían protegerlos, fueron desbordados por los agresores.

Cualquier desgracia pudo haber pasado, como lesionar a un jugador y acabar de manera prematura con su profesión, no en una lesión en el terreno de juego, sino en un acto irresponsable de personas que se creen con el poder de cambiar las cosas con la violencia.

La pregunta obligatoria es acerca de quiénes son las personas que cometen este tipo desmanes ya que, debajo de la camiseta del hincha del equipo, hay una personalidad; el llevar el mismo escudo del equipo solamente nos identifica en eso, no nos emparenta en nada más, ni nos hace similares en conductas porque detrás de cada conducta hay una emoción que la activa, y todos emocionamos diferente frente a cada cosa en esta vida.

Ninguna persona tiene la autoridad ni la licencia ni el poder para ingresar a una cancha de fútbol a golpear a un jugador porque no le gusta cómo juega. Eso lo que indica es que la persona que actúa así tiene un bajo nivel de tolerancia a la frustración y un pobre control de sus impulsos, de tal manera que no es recomendable que asista al estadio porque, para ser sinceros, el Unión Magdalena, el equipo amado, no tiene en estos momentos una nómina como para andar aspirando a grandes cosas, hasta cuando no sea reforzado de mejor forma para aspirar al campeonato. Aterricen.

Así que, cuando alguien invade una cancha para dañar al jugador, no es un aficionado dolido al extremo por el rendimiento del equipo, sino una persona que tiene un rollo mental bien serio, así se disfrace de aficionado con la camiseta azulgrana. Está exoactuando algo que no tiene que ver con el equipo ni con el fútbol, pero le sirve para descargar una furia anterior al partido y de la cual los jugadores no tienen la culpa.

Son personas que no pueden ser admitidas en un estadio de fútbol porque son potencialmente peligrosas. Se sabe cómo empiezan estas situaciones pero no cómo terminan. Me permito recordar la tragedia más grande de todos los tiempos en la historia del fútbol con más de 300 muertos y más de 500 heridos en un partido en los sesenta entre Perú y Argentina, en Lima por un gol anulado al local.

Cada vez son mayores las medidas de seguridad en los estadios del mundo identificando a estos individuos y no permitirles la entrada a esos escenarios. ¿Las habrá en el estadio Sierra Nevada?, ¿los tienen identificados?, ¿estaré seguro en las gradas donde se supone que voy a divertirme viendo al equipo amado triunfar o sufrir si pierde? Preocupante el asunto.

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