Describir la protesta del movimiento feminista contra los concursos de belleza, que reducen a la mujer a un objeto cuyo valor depende de medidas establecidas para busto, cintura y caderas, requiere varias perspectivas de análisis que el ambicioso guion de Rebecca Frayn y Gaby Chiappe tratan de abarcar.
Bajo la dirección de Philippa Lowthorpe, Miss Revolución recuenta de una manera jocosa y un tanto ligera, un evento real que sucedió en Londres en 1970 durante el concurso de Miss Mundo. Como invitado especial estaba el conocido actor americano Bob Hope (Greg Kinnear), quien llega acompañado de su esposa Dolores (Lesley Manville), un tanto alterada por sus actitudes machistas. Lo mismo sucede con la pareja de organizadores del programa, Eric y Julia Morley (Rhys Ifans y Keeley Hawes).
La historia se centra en Sally Akexander (Keira Knightley) una ambiciosa joven a quien vemos al comienzo de la película tratando de entrar a la universidad en un momento en el que la voz de la mujer no era muy bien recibida dentro de los círculos intelectuales. La vemos confrontando un inquisitorio panel masculino donde su opinión poco importa.
Sally es madre soltera y se interesa por la causa feminista, pero tiene muy clara su visión de no violencia para encontrar su puesto dentro del sistema. Contrasta con el radicalismo de Joe Robinson (Jessie Buckley), otra dirigente que vive en una comuna y se rebela ante todo lo tradicional. A pesar de las diferencias, Sally se une a la lucha.
El momento histórico contaba con otras contradicciones. Por un lado, estaban las protestas contra la guerra de Vietnam, y por otro el movimiento por los derechos civiles. Se destacaba la lucha contra el racismo en Sudáfrica, país que por vez primera decide enviar dos concursantes, una blanca y una de color, cuya denominación era “África South”.
Son varios los diálogos que apreciamos entre las concursantes que revelan dichos conflictos. El trato que reciben de parte de los organizadores y las relaciones entre ellas mismas descubren los prejuicios implícitos en este tipo de eventos, que en un momento dado se ven obligados a asumir reformas, no por principio sino por cumplir con las exigencias del momento.
De hecho, ese fue el primer año donde una concursante de color, Jennifer Hosten (Gugu Mbatha-Raw), Miss Granada, resulta la ganadora, seguida por Miss África Sur, algo totalmente inesperado.
Pero para las feministas, centradas en el contexto de la mujer, contemplar otros aspectos significativos para mujeres como Jenniffer, estaba fuera de lugar. Sólo un encuentro entre concursante y dirigente en un baño pone en perspectiva el efecto que el título Miss Mundo puede representar para alguien de su condición económica.
Son tantas las variantes que se tocan, que cada tema podría servir para una película separada, y tal vez por ello queda mucho por profundizar.
Sin embargo, lo importante a resaltar es el alcance que tuvo la protesta y los cambios que logró imponer en los patrones que rigen tales eventos.