Más de 8 millones de personas descenderían socialmente y ninguna ascendería en los próximos años. No todo se debe a la pandemia. Se desnudó una triste y tozuda realidad estructural: inequidad y desigualdad social.
Esta situación crea opiniones diferentes a las oficiales. Frente a ello el gobierno vuelve y pide unión en torno a su difuso y supuesto interés común; y que la única fórmula válida para no dividir a la sociedad es acatarlo, obedecerlo y someterse a su incompetencia y tendencia a favorecer a los más fuertes. Este gobierno no une, divide y no goza de claridad para dirigir el país. No entiende que lo político es construir una sociedad con progreso para todos. Para expiar sus limitaciones, cuando encuentra reacción y críticas, descalifica y acusa a sus gestores de dividir a los colombianos. El malestar frente al gobierno es asumido por él retando a no pensar en transformaciones sociales, sino a la resignación. El discurso oficial resucita el castrochavismo reeditando el ambiente electoral de 2018. Se mantiene a la sociedad en un conflicto sin fin, con enemigos fantasma y una polarización y fragmentación social. Pero el problema es la pandemia y la pobreza.
Parte de la élite especulativa, atada a la concentración de la tierra, capital financiero, comercio y negocios improductivos, ha dividido desde siempre a los colombianos. El gobierno para salir de esta crisis y retomar las actividades económicas apoya más a los que tienen más y menos a los que tienen menos. Hay quienes creen que cuando alguien es pobre no puede consumir más y necesita y merece menos. Con esa visión estrecha algunos definen lo que es y no necesario para los pobres; y piensan que ayudar a una familia pobre la convierte en atenida y perezosa. Todos los días escuchamos que distribuyen mercados, cuando en realidad se trata de una bolsa con alimentos, una bolsa de comida, para 3 o 4 días. No es más que eso. Si fuese para sectores medios o ricos, no lo llamarían mercado. Cuando distribuyen esos “mercados”, pensamos que los más desprotegidos no aspiran a más. Hay quienes definen que los derechos de los pobres se reducen a una bolsa plástica con una libra de arroz, un litro de suero de leche y dos enlatados. En la Vicepresidencia pensarían que esa bolsa hace atenido a quien la recibe; y que las centenas de billones de pesos que les entregan a los bancos no los vuelve estafadores legitimados. Desde antes de la pandemia, la comida distribuida en restaurantes escolares era de cuestionada calidad, reflejo perfecto de la premisa de que esos niños no podrían aspirar a una comida mejor que la recibida.
El gobierno está perdiendo el control del país. Y piensa que hay colombianos malos que solo buscan el conflicto y la división, pero no se considera involucrado o agente promotor de esa situación. La única salida es la sensatez.