El título de estas letras puede llevar a pensar mil cosas y así lo quiero, eso pretendo con toda paz y libertad; en estos tiempos de cuarentena, duelos, pérdidas, enfermedad y sanación me he repensado mucho, he valorado el ser feliz, libre y humana; porque antes me dedicaba a la seudoperfección que solo me llevó a enfermarme, no perdonarme y autoflagelarme; estoy en un proceso de – autodescolonización del saboteo – el amarme, respetarme y liberarme, pareciera retórica romantizada pero es consciencia del ser, mirar hacia dentro, escuchar las señales, agudizar los sentidos espirituales y vivir. Vivir eso que tanto se nos olvida.

Hoy quiero decirles que no acepto más etiquetas limitantes y asesinas de expectativas o sueños; soy una mujer, un ser humano que se quiere vivir libre, construir su modelo de ética del bien propio y común, entender que mi contexto merece mi respeto y que ese respeto comienza con el que accione hacia mí. No soy lo que la heteronormatividad quiera que sea, la religiosidad o los mandatos culturales esencialmente patriarcales, me niego a seguir siendo eso, quiero ser, existir y ya.

Por ello, me amparo en la deconstrucción de narrativas que nos “acomodan” en visiones dicotómicas que te dicen que ser o que no ser, bueno o malo, negro o blanco; ya basta de tantas divisiones verticales como si la vida y el universo no fuera circular.

Soy Queer, me vivo libre y no quiero anclar mi libertad en un mandato cultural que limite mi felicidad, romper con lo que el concepto – género – trae, seguir definiendo las identidades, para comenzar a vivir desde el performance del – ahora- de ese presente que es lo único que nos pertenece, si lo vivimos a plenitud y conscientemente.

De este modo, es importante hacer referencia a que este concepto se relaciona con una identidad sexual o de género que no corresponde a las ideas establecidas de sexualidad y género. La Teoría Queer de la que hago referencia enmarcada en la postura de Judith Butler rechaza la clasificación de los individuos en categorías universales como “homosexual“, “heterosexual“, “hombre” o “mujer“, sosteniendo que éstas esconden un número enorme de variaciones culturales, ninguna de las cuales sería más fundamental o natural que las otras.

Con eso no quiero decir que me aparto de creer en la existencia de Dios y que soy demoníaca, con esto quiero compartirles que desde que mi vida se liberó de ampararse en el que dirán, en la aprobación o crítica de terceros, comencé a amarme de maneras deslimitadas, aceptándome con mis fisuras y mis cualidades, permitiendo a otros y otras entrar en mi vida, deleitando la naturaleza, la música, alimentándome sanamente, abandonando el sedentarismo y esto último, es importante mencionarlo porque es el ejemplo más claro de intromisión de algunas personas a nuestras vidas – “por favor adelgaza, estar gorda es malo” y ahora que adelgacé, por favor no adelgaces más que te vas a partir y eso también enferma. Así de paradójica es la gente, te dice algo y luego lo limita, mandan a hacer mil cosas como si no les fuera suficiente su vida, nos mandan a casarnos, tener hijos, viajar o divertirnos, la pregunta es: ¿Quién les dijo que no éramos felices con las formas de vivir que hemos elegido? Finalizo diciendo que no me quiero encasillar más en nada, seré lo que quiera ser, en diferentes momentos, espacios y estados emocionales, no hay libretos, se es todo y nada sin sometimientos a las dicotomías ortodoxas amparadas en estrategias políticas, prejuicios familiares, creencias religiosas o miedos propios de tantos agüeros arraigados en nuestros esquemas mentales.

Desde la sobrenada que es tan válida como el sobretodo, afirmo que me siento plena y me declaro Queermente libre. Sean felices no tenemos la eternidad para lograrlo.