La vida es de paradojas, la gente le tiene miedo a los movimientos sociales y políticos que buscan cambiar esquemas, por ejemplo, se normaliza el patriarcado y se rechaza el feminismo, se normaliza la corrupción y se le dice tonto al que es honesto, estamos en un mundo donde se llama bueno a lo malo y se construyen premisas acomodadas para amparar lo poco ético como “ético”.
El titulo de esta columna corresponde a reflexiones que he realizado los últimos días, como resultado de algunos comentarios en redes sociales contra el feminismo y las mujeres que ejercen su derecho a la protesta, la reivindicación y a vivir libres y sin miedos; esto no es un tema menor, es sumamente relevante e implica que pongamos el foco social en él.
A las niñas y las mujeres no se les puede condenar a un patriarcado inamovible y radical, en el que se les culpe por ser víctimas y siempre se busque una excusa que proteja a victimarios, donde los feminicidios sean solo un escandalo pasajero y las desigualdades sean – bajadas de tono – con afirmaciones como “Las mujeres pelean por todo, no sé qué más quieren”
Esto no se trata de “usos y costumbres” o de así ha sido siempre, esto se trata de justicia, todos y todas merecemos vivir en paz y sin miedos, ya va siendo hora de perder el miedo al patriarcado y cuando digo perder el miedo, me refiero a toda la sociedad y las culturas, quiero decir que es fundamental accionar todo para cambiar historias de opresión deshumanizada por realidades de equidad e igualdad, ya basta de seguir viendo noticias que superan toda ficción, que desgarran el alma y confrontan mil teorías.
El patriarcado no puede seguir jodiendonos con descaro y comodidad, hay que incomodarlo desde cualquier orilla, es que no tiene sentido vivir el mundo femenino con un condicionamiento al miedo y a la prevención, como si fuera el mayor pecado ser mujeres y en peor dimensión cuando algunas mujeres de tanto miedo al patriarcado se convierten en sus caudillas y esclavas, replicando acciones en contra de una vida en igualdad y de ellas mismas, por tanto, no se puede continuar normalizando lo que hace daño y lo que oprime.
Seguiré escribiendo y reflexionando sobre estos temas, porque lo malo no se puede ver como bueno y el patriarcado no puede seguir caminando como perro por su casa, es momento de vivir sin miedo.