Siempre he dicho que vale más el proceso que solo ver resultados, pero acá estamos en proceso y en poderosos resultados, la selección colombiana de fútbol sub-20 es muestra contundente de que las mujeres no queremos nada regalado, que nos entregamos con el alma a nuestros propósitos.

El fútbol femenino en Colombia le ha dado al país las alegrías soñadas por años, buen fútbol, definición, carácter, amor, resiliencia, no es momento de revictimizar a las jugadoras, pero sí de reconocer que no tienen las mismas garantías que los jugadores, que hay una carga propia del machismo que dificulta generar procesos equitativos e igualitarios, sin embargo, no quedan dudas que a pesar de miles de desafíos las mujeres en el fútbol están escribiendo una historia poderosamente admirable.

De eso se trata, de que el fútbol no sea una competencia entre hombres y mujeres, sino un escenario tejedor de unión de patria, en el cual, entendamos que desde el sistema institucional se requieren los apoyos correspondientes y también desde la ciudadanía que respalde estos procesos, asistiendo a los estadios, generando la dinámica de sostenibilidad para que el fútbol femenino se continúa consolidando y se convierta en una plataforma de transformación social para las niñas y las mujeres de todo el país.

No quedan dudas que las futbolistas colombianas entre más desafíos tienen, más demuestran su grandeza, dejan en alto el nombre del país sin recibir ni la mitad del pago y beneficios en general que reciben los jugadores convocados a la selección, no es esta una columna para revictimizarlas, ellas son talentosas y valientes y por ello revictimizarlas nunca será lo que merecen, sin embargo, es necesario hablar de situaciones que por darles categoría de “normales” no se les da solución.

A las mujeres en el deporte igual que en la ciencia, la política o el arte les corresponden unas luchas nada triviales, por eso, para las jugadoras de la selección las finales más exigentes no son las de los campeonatos, sino las que se deben jugar contra la misoginia, el machismo y la homofobia, en un país que se niega a vivirse desde el respeto por las diferencias, lo cual, se agudiza en sistemas institucionales como la Federación Colombiana de Fútbol, dado que no es un secreto que las garantías que tienen los jugadores son absolutamente mejores que las otorgadas a las mujeres, de hecho por primera vez observo que ellas tienen una camiseta diseñada especialmente para ellas, pareciera algo irrelevante pero es un claro indicador de que no hay equidad e igualdad de derechos.

Sin embargo, la exigencia histórica de las mujeres les da fuerzas a todas, por esta razón, cada desafío ellas lo afrontan con altura, por ejemplo, las notorias desigualdades (salariales, técnicas, deportivas, de escenarios competitivos, etc.), a todo eso, ellas responden con logros, clasifican a un mundial sin el despliegue periodístico, político o económico que se hace de las selecciones masculinas, ni la euforia, el desborde presupuestal invertido para ellos y ¿Cuál es el resultado? Que las poderosas de la sub-20 logren 12 puntos de 12 posibles en la primera fase y sigan invictas.

Ya va siendo hora de que la Federación y el sistema en general (Estado, sector privado y los actores que correspondan) le den el trofeo de dignidad, justicia, equidad e igualdad de derechos, que las futbolistas colombianas merecen y se han ganado con notable esfuerzo; porque ni el deporte en general, ni el fútbol tienen género o restricciones, es este un escenario de libertad, constructor de paz, esperanzas y nuevo país. El deporte no es un juego irrelevante, es una herramienta de transformación social necesaria en un país que merece trascender de las narrativas violentas y las desigualdades, de una vez por todas.

Gracias Mujeres poderosas por hacerle goles a todos los desafíos y no rendirse en esta valiosa causa de vida. Siempre le sacaremos tarjeta roja al machismo y dejaremos fuera de lugar a los ataques que les hacen. ¡Felicitaciones y adelante!

Vivan las mujeres en el fútbol….