Siempre he escuchado que la esperanza es lo último que se pierde, yo quiero deconstruir eso por una postura más contundente, la esperanza debe ser lo primero que se tenga, lo que no nos falte, lo que rompa imposibles, lo que estremezca el espíritu y no lo deje claudicar, eso debe ser la esperanza, en tiempos de dificultad.
En este mundo que se muestra día a día más caótico, son fundamentales, la esperanza y la fuerza que pongamos en cambiar realidades adversas por otras mejores.
Que no se nos dificulte romper la costumbre de declarar siempre lo peor, que aprendamos a decretar lo bueno, es que no podemos seguir en un letargo de pesimismo y zoom de los problemas, hay que hacer un ejercicio pleno de cambios mentales y espirituales, dejar atrás el imaginario de que siempre algo malo puede pasar, por la activación de pensamientos que declaren lo mejor.
Esta columna la escribo en un momento donde tengo razones para tener la desesperanza activada, sin embargo, he aprendido a que por delicados que sean los problemas si son solucionables hay esperanzas, hoy no hablo desde el privilegio de no tener ningún problema sino de tener incluso los que pensé que jamás enfrentaría, solo que el mundo está en la dinámica de ampliar el caos y minimizar las soluciones, hay violencia esparcida, odios, incredulidad, eso nos está afectando a todos y todas, porque es la energía que está involucrando al mundo y no debería ser así, por el contrario, es en medio de los desafíos donde podemos cambiar las narrativas de derrota por las que impliquen una apuesta valiente de enfrentar todo, no hablo de negar los problemas, sino de aprender a ser felices a pesar de las circunstancias.
Que no son tiempos fáciles eso ya se sabe, pero que no serán eternos eso también debe entenderse y nos debe conducir a apropiarnos de la esperanza, de visionar un panorama favorable y acudir a la determinación, es comprensible que a veces no hay fuerzas y para recuperarnos debemos darnos un tiempo, pero que no sea eterna la desesperanza ni que se vuelve costumbre la derrota, hay que sacar la estirpe de nuestra humanidad y cambiar este ambiente que aturde y hace fracasar.
La esperanza no es lo último que se pierde, es lo primero que se gana, en medio de tantas situaciones complejas hay posibilidad de liberarnos y ser felices, el mundo por minuto está declarando lo malo, es momento de activar otras energías y volver a nuestro origen espiritual, porque por más que nos cosifiquemos llegamos a este plano terrenal a tener un aprendizaje, no somos materia como parece, somos espíritu y energía espiritual.
Eso somos y encauzar esa energía hacia lo más bondadoso, optimista, esperanzado es el camino, de lo contrario nos condenamos a estar siempre en un estado de caos e infelicidad que nos impide agradecer por lo bueno, disfrutar de ello y vivir plenamente. Esto no es retórica romantizada, es realidad, si como personas y comunidad seguimos decretando lo negativo, accionamos lo peor, no tendremos opción de cambios y de realidades favorables.
Es hora de activar la energía esperanzada, espiritual y dejar de ser víctimas de nuestro propio irrespeto, saboteo, pesimismo y extremo consumismo; los problemas tienen solución, pero vivir sin esperanza alguna es condenatorio y se vuelve una enfermedad terminal. Es momento de cambiar el rumbo y las energías.
Reconozcamos el poder que tenemos y usémoslo a favor no como enemigo silencioso, que nuestro poder nos enaltezca y jamás nos hunda, cada pensamiento negativo es usar el poder a la inversa y de eso tenemos que salir pronto, el mundo necesita y merece nuestra esperanza.