Hay tantos temas para escribir, sin embargo, he decidido hacer una pausa de temas académicos, sociales, políticos, culturales, para hacer esta columna, desde una orilla personal sin el miedo a traspasar la frontera de lo íntimo, porque hasta lo más privado es político y ejerce un efecto en todo.
Hace unos días estoy viviendo un estremecimiento existencial, que ha confrontado hasta lo más recóndito de mi ser, son tiempos complejos dicen muchos, yo lo único que sé, es que son tiempos de cambio de piel, de crecimiento, de desafíos; en los cuales, mis emociones me juegan muy malas pasadas transitando sin aviso de un estado a otro.
La salud mental es el enemigo oculto que cuando aparece lo hace con estruendo, nada sigue igual, se siente soledad, aunque tengamos compañía, se siente agonía, aunque se tengan motivos para la alegría, se reabren heridas, se activa la nostalgia, se siente un desamor y se pierde el dulce de todo.
Mi YO confrontado reflexiona sobre el estar-bien, aprender a pedir ayuda a decir – te necesito- y a dejar el personaje de la activista que tiene todo para dar aun hasta lo que no tiene, por el de la sujeta vulnerable con derecho a parar, a no estar bien, a decir no puedo seguir jugando a estar bien. Pienso que es cuando el amor, la bondad, la compasión deben activarse, es cuando se necesita estar rodeado y silenciar la – autoflageladora – para no tener las muertes chiquitas (mentales), porque la mente se vuelve enemiga (letal) cuando no se gestionan pensamientos de bien para consigo misma.
Esta columna, solo quiere llamar la atención sobre agudizar nuestros sentidos para entender nuestros procesos, arroparnos, querernos y no ser nuestra propia enemiga, que se fatiga entre pensamientos opresores y denigrantes hacia el propio YO. Es momento de prestarle la atención merecida a la salud mental, a nuestro equilibrio holístico, a sanar tusas, cerrar heridas, reinventar formas de pensar y regalarnos momentos que alimenten las ganas de existir.
Es preciso renunciar a todo lo que nos haga daño, por eso mi YO confrontado quiere aprender a decir – necesito ayuda – a ser menos rabiosa y más serena, a abrazar el amor vestido de amistad, hermandad o familia, a disponer el espíritu para recibir, para no tener miedo a perder, que la soberbia y el ego se transforme en esperanza y libertad. Mi YO confrontado, reconoce que ha permitido autoflagerlarse, ha perdido la concentración en el aquí y el ahora, por anhelar un pasado o pensar en el futuro, entiende que se ha lastimado tanto que le tiene miedo al amor y sus diversas formas de presentarse, que le duele entender que no todo lo puede controlar, que quiere pacificar cada circunstancia que lastima y que la medida del éxito le ha sometido a su intensidad trabajólica.
Quiero evolucionar de un Yo confrontado a un Yo restaurado, que no se sumerja solo en la nostalgia existencial que todo lo ve complejo y caótico, quiere amar sin miedo, abrazar sin resistencias y perdonar genuinamente, pienso en tanta gente que ha pasado por mi vida, la que aún está y la que vendrá, pienso que sería milagroso recobrar la confianza en muchas cosas y que merezco decirle a quienes amo, que me sostengan que ya no puedo sola, que me rodeen que así sería más fácil, que me iluminen el camino porque esta supercampeona tiene el derecho a fatigarse y vivir este tiempo de caos que no es fácil.
Mi invitación es a reconocernos frágiles y humanos, a concedernos el derecho a la ternura, al perdón, a pedir ayuda y a decirle a quien amamos que si bien no sabemos muchas veces pedir ayuda y somos irritables porque no encontramos lenguajes para hacerles entender que les necesitamos, que por favor no se vayan, que permanezcan, que con ellos potenciamos nuestras vidas, que se ve todo posible y que llegará el día que logremos encontrar de nuevo ese sendero de esperanzas. A esos seres les digo hoy no suelten mis manos y por favor borremos lo doloroso y las tensiones para seguir.
Basta de siempre hablar de política, de las noticias, de las tendencias, es bueno hablar de nosotras mismas y desde ahí tejer una humanidad que esté dispuesta a re-humanizarse. Que nos salve la genuina compasión. Por la fe en mejores tiempos, sigo.