Las más de 15 horas de vuelo, las escalas, la consciencia de atravesar el mundo, las diversas culturas en los aeropuertos de tránsito, los acentos, los atuendos diversos, el desafío idiomático, el descubrir mis formas de tejer empatía aun con los menos empáticos, y mil cosas más, hicieron de este viaje una experiencia épica, simbólicamente atravesé muchas fronteras. No solo las geográficas para llegar a Dubái, sino muchos temas que creía imposible para mí y que hacen de la larga lista de los milagros que ocurren si se activan las voluntades y la fe.

Se viven muchos impactos, los culturales, el horario, la gastronomía, el cambio de moneda, entre otros, y no los llamo impactos porque sean negativos, sino porque definitivamente anuncian los cambios que inevitablemente viviré, desde no ser acá la profesional reconocida o definida en muchos aspectos por un cargo en el Estado, que bello ser solo una loca mujer vestida con su mejor atuendo: el de eterna aprendiz.

Quiero decirles que nunca dejen de vivir por lo que otros les comenten de su experiencia, porque muchas de dichas experiencias corresponden a mitos, hay muchos mitos de Dubái, pero nos podemos encontrar con situaciones que una dice – que sorpresa no era así como decían–. Mucha gente me dijo: “Estás loca, ese es el peor destino que puedes elegir”; sin embargo, he aprendido a vivir sin establecer dicotomías de bueno y malo, con esa receta nos forman pero el tiempo nos va enseñando que hay miles de opciones amparadas en la categoría de aprendizajes si aprendemos, eso hace que todo valga la pena, así que este destino de Dubái no es ni bueno ni malo, sino interesante y abierto a miles de aprendizajes, ya eso hace que lo valga todo.

Lo primero es abrirse al respeto por las diferencias, lo segundo relacionarse en lo posible con personas que hablen inglés y salir de la comodidad de los diálogos con hispanohablantes (aunque esto último no implica no ser cordial con ellos) es solo una distancia cognitiva para que el proceso de aprendizaje fluya con efectividad.

En mi primer día de escuela me encontré con un ingeniero colombo-venezolano – Jenner Vallejo – que fue mi fotógrafo para unas fotos que serán portada en una revista colombiana en el marco del mes de las mujeres, también tejimos una tertulia de política, sobre resultados electorales en Colombia, procesos en Venezuela y lo que podría venir para Colombia con el nuevo Congreso (electo) y con el presidente a elegir. Los dos teníamos la angustia de no hablar tanto español pues compartimos la misma ansiedad perfeccionista (así lo percibí) pero igual nos nutrimos mucho, también compartí con otros compañeros y compañeras de Colombia mientras comprábamos tarjetas y cosas que se requieren y que en la inducción nos dejaron claro que son importantes de adquirir.

De Dubái para Colombia, habla una mujer que no viaja sola nunca, que se tiene a ella misma, a sus sueños, a su visión ambiciosa de crecer y creSer, que tiene el amor propio activado, que se dispone a aprender y desaprender, que busca ser más calmada y menos perfeccionista, entender que los planes también pueden cambiar e incluso que dichos cambios pueden ser superiores a sus expectativas, eso hace parte de silenciar el miedo y darle voz a la aventura.

De Dubái para Colombia puedo decir que todo lo nuevo trae su magia y que depende de los lentes que usemos para hacerlo mejor, cada destino hay que vivirlo en carne propia no a través de otros, cada persona es una historia única y apasionante. Acá estoy con mis diversidades, diferencias, expectativas, sueños y ambiciones, que no nos dé miedo hacer de los imposibles exquisitos posibles.

Esto apenas comienza y la adrenalina se convierte en deleite y asombros bonitos de todo lo nuevo por vivir. Gracias al universo por permitirme esto que tendrá los mejores resultados, mi convicción es vivir al máximo todo para no perder esta oportunidad que tengo de existir, voy tejiendo el aquí y el ahora… eso basta.