En su libro, Rudolf Hommes llama “piedracielista” a un poeta. ¿Qué quiere decir esto? Enrique de la Rosa, Barranquilla
Quiere decir que el poeta pertenece al piedracielismo, movimiento poético colombiano que tomó su nombre de Piedra y cielo, título de un libro del español Juan Ramón Jiménez, premio Nobel de literatura de 1956 y común admiración de los integrantes del grupo, pese a ser de distintos temperamentos. Sucesor del movimiento de Los Nuevos –el de León de Greiff–, el piedracielismo remozó la poesía colombiana, que asumió entonces un vocabulario lírico nuevo y nuevas exploraciones, con una sensibilidad afín a los tiempos que corrían, el quinquenio de 1935 a 1940. Después de Los Nuevos, dos grandes poetas, Aurelio Arturo y Antonio Llanos, fueron el puente que dio paso al piedracielismo, cuyas más preclaras figuras son Eduardo Carranza, Jorge Rojas, Arturo Camacho Ramírez y Tomás Vargas Osorio.
¿Cuál es la mejor cocina del mundo? Aurelio Valera, Malambo
La que prefiera cada quien. Me gusta la italiana, con sus platos fáciles de sabor óptimo. Si alguien necesita cocinar y no tiene ingredientes, solo le basta llamar a la tienda y pedir ajos, aceite y albahaca, añadirles sal, pimienta, laurel y algún tipo de ají, y ya está: en un santiamén tendrá la aglio e olio (aceite y ajo), salsa italiana clásica, pronta y gustosa. Ejemplo contrastante con tanta sobriedad lo hallé en un viejo artículo de la revista médica M. D. que, al asegurar que la mejor cocina es la francesa, cuenta: “Esa noche la cena incluyó un fricasé de hongos morillas y espárragos verdes en salsa ligera, al que siguió un filete de pescado Saint Pierre con guarnición de puerros salpicados de caviar de beluga. El lujo culminó con un platillo de edificante sencillez: medallones de ternera, rosados y tiernos, resguardados por trocitos de langosta. Por fin, una docena de quesos de Champagne, todos maduros y en su punto óptimo, con una conserva de frutas cítricas en penetrante jugo de frambuesas. El remate obvio: crujientes galletas y chocolates oscuros con el café”. (El pez Saint Pierre, muy apreciado, es el pez sampedro en España).
Me dijeron que mi lenguaje abusa del cosismo, pero no me dijeron qué es eso… Giulia de Armas, Barranquilla
Es un vicio del lenguaje que consiste en el uso excesivo de la palabra ‘cosa’, por lo cual esta, que significa “objeto inanimado” o “lo que puede ser objeto del pensamiento”, se ha vuelto un término comodín, vago e impreciso, para nombrar todo. Esto se debe a la tendencia al menor esfuerzo mental, que empobrece y resta precisión y elegancia a lo que se expresa. Por ejemplo: “Iba borracho, de cosa no se estrelló; me contó cosas de su pasado; su triunfo en las urnas es cosa segura; ¿a qué cosa te refieres?; ¡son cosas de la vida!; ¡qué cosa linda es esa niña!”. O imaginemos este diálogo telefónico: “No viniste, ¿qué cosa te pasó?”. “Tengo una cosa en la garganta”. “¡Ñerda, qué cosa! Bueno, chao, cualquier cosa me avisas”.
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