P.: ¿Cuál es la diferencia entre capicúa, palíndromo y bifronte? Nico Olarte, B/quilla

R.: Capicúa es un número simétrico, es decir, se lee igual de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Viene del catalán capicua (de cap i cua ‘cabeza y cola’). Ejemplos: “Mi número telefónico es capicúa: 3193113913. Ganó la lotería con un número capicúa: 7227”. Hay fechas capicúa, que se repiten cada tantos años, como la del pasado 2 de febrero: 02/02/2020. Palíndromo es una palabra o una frase, asimismo simétricas, pues pueden leerse igual al derecho y al revés: “Noé León. La tele letal. Arenera. Salas. Amad a la dama. Se van sus naves”. Hay palíndromos rebuscados o cursis: “Atar a la rata. Amo la pacífica paloma”. Bifrontes son palabras o frases que tienen dos frentes o dos significados, dependiendo de si se leen en un sentido o en otro: “Roma-Amor. Odio-Oído. La mina de sal-La sed animal. Eva usaba rímel-Le miraba suave”.

P.: ¿Cuál es el sentido y alcance de la expresión “me lo llevo en los cachos”? Carlos Meneses, B/quilla

R.: Frases hechas son expresiones surgidas espontáneamente en el habla colectiva. Tienen sentido figurado, casi nunca incluyen sentencias moralizantes, y como son de uso extenso la entienden y la emplean desde el peón hasta el magnate. “Me lo llevo en los cachos” es ejemplo de frase hecha. Si bien los humanos no tenemos cachos, entendidos como protuberancias óseas, en sentido figurado la frase equivale a embestir, arrasar…: “El Junior jugaba cauteloso, pero a partir de los veinte minutos del segundo tiempo se llevó en los cachos al rival”; es decir, en determinado momento, el Junior embistió y arrasó al rival. “Me fascina Lía, pero tiene novio; si este se descuida me lo llevo en los cachos”; esto es, “si el novio de Lía espabila, pierde”. En conclusión, “me lo llevo en los cachos” es expresión desdeñosa para indicar que, tal como lo hace un toro cuando se lleva a alguien enredado en su cuernos, quien la dice se llevará por delante a una tercera persona, solo por ser más apuesto, más experto, más hábil…

P.: ¿Por qué se dice “once, doce, trece, catorce, quince” y no “dieciuno, diecidós, diecitrés, diecicuatro, diecicinco”? Liz Villalba, B/quilla

R.: En la numeración arábiga en latín, los números del uno al diez se nombran con palabras simples: ûnus, duo, tres, quattuor, qûinque…, y los que vienen después, con palabras compuestas: ûndecim (ûnus + decem ‘uno + diez’), duodecim (duo + decem ‘dos + diez’), tredĕcim, quattuordecim, quîndecim… De estas palabras compuestas derivan en español, directamente, “once, doce, trece, catorce, quince”. A partir de ahí, nuestro idioma adoptó la misma fórmula del latín, también adoptada por el resto de lenguas romances, y nombró a los números acogiendo la regla establecida de ensamblar la decena correspondiente (veinte, treinta, cuarenta…) con un número del 1 al 9 para formar números nuevos (veintidós, treinta y tres, cuarenta y siete…).

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