¿Qué es el ‘¡eche!’ barranquillero? M. Arteaga, Cali

Textos sobre costeñismos dicen que “es interjección despectiva”. Alario Di Filippo afirma que “tiene cierto sentido de protesta”. No se relaciona con la interjección ‘¡che!’, usada en los países de la cuenca del Río de la Plata. Tampoco viene del latín ‘ecce’, que en español se pronuncia ‘ék-ze’, en latín medieval ‘é-che’ y en italiano ‘éc-che’, y quiere decir ‘he aquí’. No obstante, en España existe la exclamación ‘¡leche!’, que la Academia registra como vulgarismo que “indica sorpresa, asombro, admiración”, y que María Moliner, al calificarlo también como vulgarismo, dice que es “exclamación de sorpresa, disgusto, duda”, juicios que coinciden con el sentido que a la expresión ‘¡eche!’ le damos en la Costa. Según esto, es probable que nuestro ‘¡eche!’ derive del ‘¡leche!’ español después de sufrir este la ablación (supresión) de la letra ‘l’. El ‘¡eche!’ costeño no es vulgar ni indica mala educación, y, como el ‘¡leche!’ español, es una muletilla, es decir, una expresión que se repite por hábito.

¿‘Etimología’ tiene etimología? Aurelio Valera, Malambo

Etimología es la disciplina que estudia el origen, la evolución y el sentido inicial de las palabras de un idioma para explicar su significado en el presente. Es algo difícil, pues, poniendo por caso el español, muchas de sus voces vienen del latín, muchas de las de este derivan del griego y muchas de las de este último tienen otras procedencias. En nuestro idioma, ‘etimología’ fue tomada del latín etymologĭa, que derivó de un término griego compuesto por étymos ‘verdadero’, logos ‘tratado, estudio, palabra’ y el sufijo -ía ‘relación con algo’. Es decir, etimología es ‘lo relacionado con la verdad de la palabra’.

Nota: Desde Guayaquil me dice el barranquillero José A. Moreno Armella: “Sobre su mención de hace algunas semanas acerca de la poca querencia que provocaba Amira de la Rosa en los miembros del Grupo de Barranquilla, anoto que Cepeda Samudio no perdía ocasión para sostener que nuestra ciudad no tenía historia ni blasones, y descalificaba sin recato, “por mentirosa”, la letra del himno, escrita por Amira. Los miembros del Grupo la consideraban una poeta menor, y sus elogios iban hacia Gregorio Castañeda Aragón, el “poeta del mar”; hacia Adolfo Martá; hacia el revolucionario vate Vidal Echeverría, y hacia la gran Meira del Mar, cercana a sus afectos. La famosa fotografía de Gustavo Vásquez, que le ha dado la vuelta al mundo, en la que aparecen García Márquez y Cepeda con sendos tabacos, Escalona, el doctor Molina y otros íconos vallenatos fue captada en 1966. La reunión de los dos escritores con los señores de Valledupar fue una especie de prólogo del llamado Festival Vallenato, al que soy ajeno. Cepeda no era tan cercano a ese aire musical, al contrario de García Márquez que llegó a la exageración de afirmar que Cien años de soledad era un largo vallenato (“manda cáscara”, como decíamos en Barranquilla).

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