
Semana veinticuatro
Antes de decir si estamos de acuerdo o no con el aborto, pensemos en la dificultad que debe representar para una mujer el considerar siquiera interrumpir su embarazo o, lo que es lo mismo, acabar con la vida de quien aún no siendo consciente de su propia existencia, tiene una conexión directa, primaria e innegable con el ser que le acoge en su útero.
La decisión de la Corte Constitucional de despenalizar el aborto en Colombia hasta la semana veinticuatro ha suscitado posiciones extremas frente a la posibilidad que es ahora legal de que una mujer interrumpa su embarazo por voluntad propia. Todos alguna vez fuimos un feto. Y esa realidad no debe obviarse al abrir la discusión sobre el aborto, un mal que puede resultar necesario para quienes no eligieron ser madres y tienen que enfrentarse a la inminente presencia de una vida humana que desde el minuto cero se forma en su vientre. Decir que estamos rotundamente a favor o en contra de la decisión tomada por el alto tribunal no debería ser el comienzo ni el fin del debate, porque este va más allá de una simple opinión personal.
Para hablar sobre el aborto, primero hay que conocer y entender el proceso de gestación desde la visión científica, que pondera al feto como ser humano. En la etapa de gestación, los seres humanos podemos percibir dolor, dado que nuestro sistema nervioso comienza a desarrollarse a partir del día veintiséis del embarazo. Según Kemel Ahmed Ghotme, neurocirujano pediatra de la Universidad Nacional y de la Universidad de Toronto, «en la semana siete, este ser ya no solo siente, sino que puede reaccionar al dolor».
Son hechos fácticos. Los estímulos dolorosos pueden desencadenar respuestas como el aumento de la presión arterial o de la frecuencia cardíaca en el embrión. No es mito, el feto sufre. Como también han de sufrir las mujeres que, sea cual sea su edad, toman la decisión de abortar movidas por un embarazo no deseado que surgió como consecuencia nefasta de una violación aislada o sistemática, o de la ingenuidad ante el desconocimiento del mundo sexual (que en muchos casos ni siquiera es comprendido por quienes ya son madres y padres).
La despenalización del aborto supone entonces retirar el calificativo de criminales a las mujeres que abortaron o que abortarán, en tanto que la ley deja de considerar dicho acto como un crimen. Antes de decir si estamos de acuerdo o no con el aborto, pensemos en la dificultad que debe representar para una mujer el considerar siquiera interrumpir su embarazo o, lo que es lo mismo, acabar con la vida de quien aún no siendo consciente de su propia existencia, tiene una conexión directa, primaria e innegable con el ser que le acoge en su útero. Abortar no debe ser entendido como algo sencillo; de igual forma que continuar con el embarazo hasta dar a luz a un bebé tampoco lo es.
La raíz de todo será la educación, siempre. Las mujeres (y hombres) de Colombia merecen contar con los espacios suficientes para abordar la sexualidad desde un aprendizaje consciente. En ese camino es preciso enseñar que el aborto nunca debe ser tomado como una alternativa de anticoncepción. Y claro que los derechos sexuales y reproductivos deben ser tenidos en cuenta, pero sin dejar de lado, bajo ninguna circunstancia, todo lo que implica la decisión de abortar; ya sea que se practique el aborto en el primer trimestre del embarazo, o en vísperas de la semana veinticuatro.
@cataredacta
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