Aunque nuestra historia sea tan cercana a ese horrible flagelo, el término ‘masacre’ en Colombia aún nos sigue pareciendo lejano. En la noche del pasado domingo en Barranquilla en el sector de Villanueva, ubicado en el barrio La Loma, tuvo lugar una nueva matanza al aire libre. Cinco personas fueron masacradas en medio de una balacera que dejó también un saldo de catorce heridos, y una pregunta abierta a las autoridades: ¿cuántas masacres más se necesitan para frenar la ola violenta que azota a la capital del Atlántico?

En Barranquilla, como en el resto del país, estamos asumiendo la masacre como paisaje. Sangre tiñendo el asfalto, cuerpos regados como confeti sobre el piso, y el sonido de la metralla convertido en música macabra hicieron una auténtica tragedia de lo que comenzó como una fiesta. Algo similar ocurrió el pasado 29 de enero, cuando fueron asesinadas cuatro personas que departían en un local comercial del barrio El Santuario, mientras veían un partido de Junior vs. Independiente Medellín. Esa noche, los grandes derrotados no fueron los jugadores del tan amado club barranquillero ni los del otro equipo, sino las cuatro víctimas mortales de desalmados sicarios que se movilizaban en moto.

La Policía ofrece cincuenta millones de pesos como recompensa por información que permita dar con los responsables de la masacre. ¿Sirve eso de algo? ¡Para qué llorar sobre la leche cuando ya se ha derramado! La incautación de decenas de armas de fuego y de cientos de kilos de cocaína estaría, según hipótesis de las autoridades, en el trasfondo de la más reciente matanza ocurrida en esta ciudad que se está convirtiendo en epicentro de hechos violentos que desdicen de la idea de que Barranquilla es pura fiesta, alegría y vacile.

El alcalde pide más presencia militar en las calles de la ciudad cuyos habitantes dicen sentirse cada vez más inseguros. La percepción de seguridad no puede ser más que incierta cuando los dolientes de la violencia no encuentran respaldo o fortaleza en quienes figuran como autoridad. Por su parte, la paz total del Gobierno nacional sigue sin dar muestras de existencia o, siquiera, inicios de germinación. Seguimos acostumbrados a la guerra. Creemos que despertarnos o acostarnos con noticias dantescas es normal. Cada nuevo homicidio no pasa de ser “uno más”. ¿Hasta cuándo viviremos así?