
Cortesía en extinción
No hace falta leer el Manual de Carreño (1853) para ser amable. Tampoco instruirse en una escuela o universidad para saber que saludar es uno de los actos de comunicación más elementales que existen.
Esta semana vi en redes sociales un video que expresa cuán grande es la falta de aquello que casi no existe en la sociedad de hoy. Cortesía. Esa manifestación de atención, respeto o afecto de una persona hacia otra es cada vez más escasa, aun cuando vivimos en un mundo que llamamos globalizado por la interconexión incesante en la que permanecemos, la cual paradójicamente nos acerca a lo que está lejos, mientras nos distancia cada vez más de lo que tenemos cerca.
El video que menciono es una muestra de ello. En él se ve cómo, aprovechando la pausa obligada de un semáforo en rojo, un conductor del SITP (Sistema Integrado de Transporte Público) en Bogotá se dirigió a los pasajeros para darles una breve pero sustanciosa lección de urbanidad. «Nos falta cultura, ¿sí o no? Nos falta bastante cultura. De tres de la mañana a doce del día es “muy buenos días”; de doce del día a seis de la tarde es “muy buenas tardes”», dijo el hombre, evidentemente cansado de que los usuarios del servicio desfilaran como seres inertes frente a él sin emitir ningún gesto de cordialidad.
No hace falta leer el Manual de Carreño (1853) para ser amable. Tampoco instruirse en una escuela o universidad para saber que saludar es uno de los actos de comunicación más elementales que existen. Menos, esperar que sean los otros los que se eduquen para saludarnos a nosotros, mientras seguimos pasando por encima de quien sea, tal vez porque juzgamos que dicha persona no merece el suficiente respeto como para saludarle. ¡Por Dios! Como humanos que somos, todos valemos exactamente lo mismo. Y eso es algo que desde el más humilde servidor hasta quien esté posicionado en el más alto cargo nunca deben olvidar.
La categoría de homo sapiens no solo nos ubica dentro de una especie, sino también dentro de un saber ser desde la asertividad y la empatía. Nos hace falta darnos cuenta de que todo lo que hacemos es posible gracias al trabajo de personas que, en su mayoría, no conocemos. Nos hace falta usar más esta palabra sencilla pero poderosa: 'gracias'. Nos hace falta comprender que así como no nacimos solos, tampoco vivimos de esa manera. Bien dijo John Donne en su poema Las campanas doblan por ti: «Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo».
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