«La canción incluye lenguaje sumamente ofensivo, y no hay absolutamente excusa para esas palabras», dijo en sus redes el mediocampista Enzo Fernández luego de que estallara la polémica sobre la selección argentina que, en medio de la celebración tras ganar la Copa América ante Colombia, entonó cánticos segregadores contra la selección francesa. Fernández, como suele hacer todo racista al ser sacudido por las críticas ante la estrechez mental que limita su intelecto, se ha disculpado “sinceramente”, escudado en la “euforia” por el triunfo. El pasado domingo no solo se alzaron como campeones los jugadores argentinos, sino también su racismo albiceleste.

«Corran la bola… Juegan en Francia, pero son todos de Angola», corearon. ¿Y qué problema hay con que sean de Angola? ¿O con que sus orígenes sean africanos? ¿O con que su piel sea negra? Repitiendo cantos creados por hinchas argentinos para la final del Mundial de Qatar 2022 frente a Francia, con los mismos pies que se coronaron campeones, desdeñaron la gloria, que no ha de medirse por copas.

De seis a ocho millones de personas con ascendencia africana residen en Francia. Y en Europa habitan un poco más de catorce millones de afrodescendientes. Las fronteras del mundo siempre serán más ideológicas que físicas. Las barreras entre los seres humanos siempre han estado y estarán marcadas más por el miedo infundado a la diferencia que por los rasgos o características que en teoría nos hacen diferentes.

El racismo, o la «creencia que sostiene la superioridad de un grupo étnico sobre los demás», debería tener otro nombre, pues la raza no es más que una construcción social enfocada en categorizar a las personas. Según el Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano (NHGRI), el concepto de raza se desarrolló en el siglo XVIII «para clasificar a los seres humanos con base en su apariencia física, social y origen cultural»… De ahí han emergido la esclavitud y tantos otros atropellos a los DD. HH.

«Pintor nacido en mi tierra, con el pincel extranjero…, aunque la virgen sea blanca, píntame angelitos negros», versa una composición de Andrés Eloy Blanco, poeta venezolano que con Píntame angelitos negros inspiró una canción y una película protagonizada por el gran Pedro Infante en 1948. La condena social que han recibido los futbolistas argentinos, campeones también del racismo patético, es apenas justa y necesaria. Las letras de Blanco, más que poesía, son verdad: «Si sabes pintar tu tierra, así has de pintar tu cielo, con su sol que tuesta blancos, con su sol que suda negros».