Desde que estalló el escándalo que contiene prueba del polígrafo injustificada, chuzadas ilegales, presunto robo de dinero, traición y chantaje, las únicas preguntas que se hacen en Colombia giran en torno a un gran interrogante: ¿qué hay detrás de todo el desastre que encabezan Laura Sarabia, Armando Benedetti y Marelbys Meza, la niñera que trabajó en casa de ambos exfuncionarios públicos? Los medios de comunicación han impuesto el tema en su agenda con la fuerza y el despliegue suficientes como para que nadie hable acerca de otra cosa que no sea la misma; mientras hay tanto por escudriñar a partir de las funestas declaraciones que hace un mes dio Salvatore Mancuso, quien confesó ─entre otras atrocidades─ que la fuerza pública colombiana operó en asocio con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), grupo armado ilegal que, según el excomandante paramilitar, intervino directamente en elecciones nacionales.

Que el caso que involucra a la ex jefe de Gabinete del Gobierno nacional y al ex embajador de Colombia en Venezuela sea, en extremo, controversial, no significa que deba ser atendido y calificado como el de mayor relevancia de cara a la opinión pública. Lo dicho por Mancuso ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) no debe perderse de vista, porque ignorar esa verdad que enloda a tantos representa que seamos una sociedad condescendiente con crímenes horrorosos que no deberían ocurrir nunca más; una sociedad indolente frente a una realidad dolorosa que no debe ser borrada de nuestra historia, sino investigada, precisamente, para que no se repita. Territorios como el Urabá antioqueño, Córdoba, los Montes de María, entre tantos otros pueblos y resguardos que se ubican a orillas del Magdalena y del Sinú, no pueden seguir siendo víctimas o testigos de masacres, de despojo de tierras, ni de desplazamientos forzados. Y, en ese sentido, hay que darle prioridad a lo que en esencia la tiene: las palabras de Mancuso ante la JEP pesan mucho más que otras cuestiones, por relevantes que estas parezcan.

Que Laura Sarabia ordenara interceptar el teléfono de su empleada, cometiendo un claro abuso de poder, es delicado. Que haya quedado demostrado a través de vergonzosos audios que Armando Benedetti es un político tan sucio como el lenguaje en que se expresa, también lo es. Que estén en entredicho los recursos con que fue financiada la campaña electoral del gobierno de turno, ¡claro que es importante! Pero la verdad de Mancuso supera con creces ese asunto y muchos más.