Los ángeles son seres espirituales, sin presencia física, pero con capacidad de aparecer como humanos, su misión es servir de mensajeros, por su cercanía con Dios, ayudando a hacer cosas que parecen imposibles. Contar con un apoyo fuera de lo terrenal, aunque no es medible, tiene un valor incalculable, sobre todo cuando esta ayuda tiene que ver con las condiciones de vida de los niños, que deben ser protegidos siempre por los adultos, más cuando se trata de niños con enfermedades que pueden ser incurables, como el cáncer, cuyo pronóstico depende en gran medida de la rapidez con que se haga el diagnóstico, y, de una atención con calidad y cumplimiento. Para llenar estas necesidades, las cuales no se cumplen en ninguna parte del mundo, fue cuando apareció Andrea, el ángel que se nos fue cuando apenas tenía un poco más de cinco años, en el momento en que vivía lo mejor de su existencia, llena de ilusiones y de fantasías, sin conocer la maldad ni las malas intenciones. Nacemos limpios y con el tiempo nos contaminamos, en un mundo en donde la maldad compite diariamente con las cosas buenas, rodeados de crímenes diarios, ejecutados por individuos que abandonaron la niñez, sin darse cuenta de que es esta la que mejor nos da la felicidad y la alegría. De ahí que conservar la niñez en la etapa adulta nos haga entender fácilmente, que ser felices es posible si sacamos ese niño guardado en nuestro interior que nos permite volver a la ternura, la modestia, la bondad, el respeto por nuestros semejantes, y en general a formas de vida alejadas del odio, la venganza y las acciones que en este momento enfrentan hasta la muerte a muchos seres humanos.

Los graves problemas de la humanidad no podrán nunca ser solucionados con dinero, ni con grandes descubrimientos científicos, ni grandes innovaciones, si no tenemos en cuenta que en el componente humano existe un espíritu, una conciencia, o una mente, dependiendo de la interpretación de cada persona para decidir sus actuaciones.

Mi modesta interpretación personal, acompañada de la búsqueda de la verdad a través del método científico, me hace creer que además de nuestras propias capacidades, existe una figura como la de los ángeles, que en nuestro caso familiar, nos ha acompañado, sin abandonarnos un instante, de quien aprendimos finalmente que la felicidad es mayor cuando se puede ayudar a los demás. Fue muy triste perder una hija y solo nos queda cumplir su designio. Decirle a Andrea donde quiera que estés, que eres nuestro ángel y que aún con tu muerte eres la prueba de que los ángeles existen, nos llevaste a hacer en tu nombre, lo que nunca habíamos pensado a través de la Fundación Casa Hogar Andrea, que ahora por tu influencia celestial es hermana de la Casa Hogar del Instituto Curie de París, con quienes seguiremos trabajando por el bienestar de los niños con cáncer.