Al día de escribir esta columna va normalizándose la situación del país y el vandalismo minúsculamente persistente se va controlando porque sencillamente Colombia no quiere violencia. Estamos hartos, hasta la coronilla como se dice popularmente de soportar más de sesenta años de perturbación de la paz ciudadana en todas sus facetas, donde no hay un solo día, ni uno solo, cuando prendemos el televisor para ver noticieros que estos no inicien las emisiones con los asesinatos y crímenes del día anterior.

Pero hoy día superando los hechos merecemos algunas reflexiones para desmenuzarlas en un análisis sereno, imparcial: Quiénes son o fueron los policías que enfrentaron los ataques y quiénes los vándalos que los provocaron. Por hoy veamos quién es y que constituye ser un policía en el país. En primer lugar es bueno recordar que la Policía Nacional como entidad institucional no es militar y su carácter es absolutamente civil por mandato de nuestra Constitución. Tiene como objetivo primordial proteger la vida, honra y bienes de la persona, promover el orden y vigilarlo, la tranquilidad ciudadana y sobre todo representar la autoridad que confieren las Leyes para que la sociedad sienta que hay quienes los cuidan, protegen, amparan.

El ciudadano es, en primera instancia quienes más se benefician del control policial. Y ese control recae sobre un hombre o una mujer adiestrados para el cumplimiento de su deber, en un plan de enseñanza por cierto bastante exigente. Pero es una persona como usted amable lector y como nosotros, con historias, familias, hogares, patrimonios pequeños o grandes, educación, ambiciones y esperanzas. Es una persona que cuando enfrenta una turba enfurecida que busca quemar el Cai donde asienta su autoridad, también tiene en sus emociones el discurrir de la prevención, el temor, o el miedo, la cautela, el fin, el instinto de defensa en última expresión psico-emocional.

De modo que atacarlo, violentarlo, significa que estamos criminalizando a alguien igual o mejor que nosotros. Por lo tanto le debemos respeto, consideración y comprensión. ¿Sabemos acaso cuántos años o semanas o días estos seres uniformados se han dedicado a cuidarnos, a protegerlos, a organizarnos urbanísticamente, a exponer sus vidas y las de sus familias por ampararnos a nosotros? ¿Y así se les paga en una sociedad ciega y obtusa cegada por las pasiones equivocadas de unos políticos sanguinarios que no quieren paz sino perturbación pública para obtener créditos electorales? ¿Nos gustaría que los agravios que los vándalos y sus dirigentes realizan a los policías nos los hicieran a nosotros o nuestras familias?

Puede suceder y de hecho acontece periódicamente que cualquier policía se equivoque, pierda el control, se extralimite. Inclusive puede causar una lesión o la muerte. ¿Acaso no son seres humanos? ¿O es que usted amable lector no siente que le puede suceder Igual? Si esto acontece el policía tiene que ser judicializado. Pero por las vías legales, como usted ciudadano pretende que le suceda igualmente. Por lo tanto a un policía debemos honrarlo, acatarlo, respetarlo, mirarlo con ojos distintos, quizás como un amigo. ¿Por qué no ensayamos a cambiar nuestros conceptos sobre este tema?