En estas épocas de elecciones tanto para el Congreso como para las presidenciales se nota siempre una exaltación injustificada, exagerada y arrogante de la mayoría de los candidatos en la opinión de sí mismo, en su autoevaluación psicológica si la hay, una súper opinión de su yo, donde tienen la persuasión de que son lo mejor de las facetas humanas, lo máximo como guías de las comunidades sociales, los imprescindibles, los irremplazables. Es un significado o costumbre que traspasa los controles internos, produce la ceguera y los oídos sordos dándole paso a la inefabilidad. Lo que ellos dicen, dirigen, ordenan, disponen, siempre es lo mejor, lo más perfecto o lo acertado.
Obviamente no todos son así. Los hay de muchos calibres y características y en unos el tema resalta hasta producir en terceros un franco rechazo o alguna aceptación ligera según las situaciones, y en otras peculiaridades del comportamiento político hay buenos candidatos, hay unos tan buenos que son posiblemente los mejores. Nos complace reconocer públicamente que entre todos, son bastantes, hay algunos costeños que se distinguen por algo en su personalidad e individualidad y es que tienen grandes trayectorias de administradores, parlamentarios, funcionarios que tienen algo que mostrar o mucho en ejecutorias de progreso y bienestar ciudadano. Para muestra dos botones: Alejandro Char y el Doctor Barguil, cordobés, precandidato como el exalcalde barranquillero.
También hay otros muy aceptables, con méritos, dispuestos a servir como un magnífico exministro que se retiró porque francamente concluyó que no llegaba. Auténtico y sincero. Lástima que Vargas Lleras no se hubiese lanzado porque es de los pocos políticos que han demostrado ser incorruptibles, que le cabe el país en la cabeza. Además fue un ministro y vicepresidente de lujo. Esta opinión posiblemente no les guste a muchas personas, pero es la realidad. Otros como Dilian Francisca ya dejaron su declaración de no aceptación a candidaturas, pero tienen los ánimos para seguir trabajando.
Pudiéramos hacer más larga la lista de las impronta de muchos aspirantes. Para el Congreso los candidatos del Atlántico nos gustan en la mayoría, aun cuando hay algunos que mejor pudiesen refugiarse en el cajón de los olvidos. Pero el súper ego no los deja: se creen indispensables y de verdad no lo son. Se ve gente joven en esta sección del país y ello es reconfortante. Pero deben y tienen que trabajar más por nuestros intereses colectivos, no dormirse tanto, a veces, frente a la realidad es que necesitan de su intervención ante los poderes centrales. Ojo, hay la sensación en el Atlántico y lo escuchamos a diario y lo sentimos en muchas reuniones, que nuestros congresistas se duermen y deben actuar más dinámicamente. No estamos de acuerdo con esa opinión para todos, sino para algunos, pero el tema podría traducirse en el momento del voto.
Tenemos la impresión de que estas elecciones derrotarán al súper ego en una gran dimensión. Primero porque los que se visten con ello se vuelven antipáticos, se creen Dios y segundo porque bastante estamos hartos y fastidiados con los súper egos de expresidentes y exministros y embajadores, de muchísimos congresistas también, para esperar pacientemente repetir la costumbre y rutina de reelegir a los malos dejando por fuera a los sencillos, humildes de corazón y creyentes de que solo trabajando por la colectividad se alcanza las íntimas realizaciones.