El tema de nuestra columna de hoy es repetitivo porque hace un año hicimos la última y hace dos años la primera. Se trata quizás de un asunto de carácter cívico que algunos consideran inocuo, pero no se nos olvide que básicamente es una problemática de sello sanitario y muchísimo de asistencia social. En el país algunas capitales ya nos llevan delantera porque se trata de suplir una necesidad urgente. Recordaremos nuevamente el caso que presenciamos cuando en sucursal de un banco en la ciudad hace 14 meses una anciana que esperaba la fila para un cajero le preguntó a una secretaria si el gerente ese día y hora, podía prestarle un baño para orinar y la empleada le contestó que no, lo siento, pero nos tienen prohibido los Superiores. Desilusionada la anciana volvió a la fila hacia caja, pero al poco rato la vimos muchos, salir a la puerta de la oficina y en un rincón de un recodo de esta, se levantó la falda, se agachó y desocupa los riñones prácticamente a la vista de todos. La anciana lloraba y entrecortaba pidiendo excusas. Nosotros enseguida la acompañamos en su rubor y en forma individual al día siguiente le pusimos el caso a la gerente del mismo lugar.

Los parques, las iglesias y templos de diferentes credos, los bancos, las oficinas públicas nacionales, departamentales y municipales, centros comerciales, supermercados, almacenes, centro deportivos, culturales, cementerios, en fin, todos aquellos sitios de afluencia de público deben tener un sistema de sanitarios para los asistentes. Esto no es nada de otro mundo, es lo más sencillo de conseguir: es pedir un decreto del alcalde y ordenar la vigilancia de su vigencia. Todos los estamentos señalados, edificaciones de toda índole, deben al iniciarse lograr este nuevo espacio y las existentes habilitarlo de alguna manera sencilla y fácil.

Lo que no podemos permitir es seguir mostrando una faceta de aldea pueblerina de aquellas que nuestro departamento por el contrario cada día más encontramos adelantos y progresos. El tema es no estancarnos, actualizarnos, concientizarnos de que vivimos en el siglo XXI y que los habitantes de ciudades pequeñas o grandes necesitamos, óigase bien, necesitamos asistencia sanitaria por parte de los gobiernos a quienes les pagamos impuestos y toda clase de gabelas económicas insulsas que retratan la voracidad del cobro, pero ninguna inclinación a corresponder las necesidades públicas. Seamos consecuentes como ciudadanos. Barranquilla es ya una urbe que debe vestirse de eso precisamente, de urbe cosmopolita.