El ritmo de este año ya nos cansó y apenas vamos por la cuarta parte del baile. Una pandemia mediática nos tiene acabando las existencias de tapabocas y viendo cataclismos bíblicos en donde deberían estar el agua y el jabón para lavarnos las manos como, y bien viene el dicho, Dios manda. En este pedazo de tierra, olvidado por el asteroide destructor que se asoma de cuando en vez, lo que ocupa ahora el rating es una nueva versión de la tradicional novela “Fue a mis espaldas”, también conocida como “Primera noticia que tengo” o “No conozco a ese señor”; misma en la que una recua de impolutos pone cara de sorpresa y se lleva las manos al pecho porque supuestamente ninguno de sus integrantes hace lo que todos, pero todos, sabemos que llevan haciendo desde tiempos pasados que tampoco fueron mejores. A este paso van a negar hasta a la madre. Son capaces. Saben que sus fanáticos les van a creer de todos modos.

Esa no es la única novela con rating. En otra parecida y canal similar la historia que se cuenta es la de un clan imitador de los avestruces por aquello de enterrar la cabeza, y que como banda sonora usa “Ciega Sordomuda” de Shakira, sin saber si le pagan derechos. Nadie habla, nadie oye, nadie ve nada. Ni ellos ni su séquito. Quieren pasar agachados, pero trabajo les va a costar. El ruido es imparable, como bien dice el término que de moda está.

Tan malo como todo esto, y con pesar, es que buena parte de los comportamientos, actitudes, acciones y creencias de los protagonistas de estas series de terror se han venido estandarizando al punto de convertirse en “normales” o, peor aún, en modelos a seguir. Ser “como ellos”, protegidos bajo eufemismos pudorosos repetidos con voz queda, se considera sinónimo de éxito y de poder. Se les olvida que reflectores tienen por igual teatros y cárceles, y que al poderoso más fuerte también se le escapan granos de arena entre los dedos. A esa apariencia de virtud inmaculada se le terminará por caer la pintura y, como alguna vez aquí mismo se dijo, quedará al descubierto que el emperador va desnudo.

Cuando eso pase, porque pasará, vendrán las lamentaciones, los murmullos de pasillo, las miradas de pena ajena y, como no, la escurrida del bulto. Como todos somos responsables por acción u omisión, entonces nadie lo es. La escoba de la mala memoria los escurrirá debajo del tapete y unas nuevas fichas de plástico ocuparán su lugar en el tablero. Como si nada. Como siempre.

A ese virus de la recordación selectiva, la indolencia, la flojera mental y el guardar las apariencias es al que tenemos, por fin, que erradicar tanto de la realidad como del imaginario. Eso se cura tomando jarabe de conciencia, pastillas de educación e infusiones de responsable ciudadanía. Puede que cueste tragárselo, pero vale la pena intentarlo. Entre otras, porque si nunca se intenta, nunca sabremos si una cura es posible.

Ni una vez más. Ya está bueno de ese virus.

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@alfredosabbagh