Se desarrolla por estos días la convocatoria pública dirigida al nombramiento en propiedad de gerente para Telecaribe. A la fecha se conocen resultados iniciales del análisis de documentos y cumplimiento de requisitos de los postulantes, muchos de ellos con trayectoria y conocimiento del sector. No queda sino desear que el proceso llegue a feliz término basado en la meritocracia y sin presiones politiqueras.
Paralelamente, nunca está de más retomar el debate sobre la pertinencia y relevancia de la televisión pública regional en un contexto actual hiperconectado e intoxicado de información, con audiencias escépticas, fragmentadas y dispares, mediciones de audiencia anacrónicas, multiplicidad de ventanas y atomización de la pauta comercial. ¿Vale la pena apostarle a un modelo de televisión que se demoró en reaccionar a la realidad del consumo? ¿Sigue siendo relevante la televisión abierta pública? ¿Quién y para qué la consume? Si bien quien firma estas líneas es un convencido de la enorme necesidad de los medios públicos, creo válido fomentar la reflexión y debate sobre lo que en estos tiempos debería ser el eje central que acompañe su devenir.
En esa línea, comedida y respetuosamente me permito sugerir a quien se designe en la gerencia del canal que el foco de su gestión sea la memoria, entendido esto como que Telecaribe se consolide de una buena vez como la memoria audiovisual de la región, sus saberes, creencias, festividades y características esenciales, con sus particularidades, semejanzas y diferencias.
Una manera de comenzar podría ser el definir un inicial listado de eventos tradicionales del Caribe como generadores de historias que puedan ser contadas en distintos géneros, formatos y ventanas. Combinar la transmisión de, por ejemplo, el Festival del Porro, con la realización de documentales, crónicas, dramatizados cortos y productos para redes que se crucen en un ambiente transmedia capaz de llegar a distintos usuarios por igualmente distintas ventanas. Esto se podría realizar en alianza con productores y universidades locales, de manera que se propenda por la transmisión de la experiencia para sostener el proceso, sustentado en convocatorias transparentes y debidamente socializadas.
Como el espacio se me acaba, apenas alcanzo a sugerir un plan de preservación y divulgación del archivo; y aplicar a la parrilla una palabra a la que se le tiene miedo: Contraprogramar. ¿Por qué lo público regional tiene que parecerse a lo privado nacional?
Seguimos luego.
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