Ni el más enconado rival del Junior hubiera imaginado en enero que dos meses después el equipo estaría ocupando el último lugar de la tabla del torneo local, con 1 gol anotado cada dos partidos, eliminado de la única competición internacional a la que optaba y con una muestra futbolística que no es ninguna de las dos cosas. El panorama se torna peor si a lo anterior sumamos que el Barranquilla, filial del Junior en el torneo de la segunda división, ocupa igual lugar con apenas un empate conseguido en 6 fechas. Todo apunta a que ambos entrenadores serán cesados, y que sus nombres se sumarán a una particularmente extensa lista que prueba, como si hubiera falta, que los cuerpos técnicos en el contexto de nuestro fútbol profesional son el eslabón más débil de la cadena, fusibles que tienen claro que llegan por buenos y salen por malos, sin importar el mucho o poco tiempo que pase entre ambas situaciones.
Como tantas otras veces lo hemos dicho, esto no es la primera vez que pasa. La casi centenaria historia del rojiblanco se ha vivido cerca de la amargura y el desencanto de quien pierde; eso sí, compitiendo. Competir es lo mínimo que se pide, porque ganar y perder son al final consecuencias a las que ambos competidores llegan con similar ilusión. No competir es traicionar la esencia del juego. Eso no es admisible bajo ninguna circunstancia.
Ahora bien, no con competir se tiene que dar por hecha la tarea. Cierto es que en perspectiva y con números en la mano los últimos 15 años del equipo han sido brillantes en lo que a consecución de objetivos deportivos se refiere; pero también es cierto que con contadas excepciones esos logros van acompañados de un proyecto claro, concreto, posible, estructurado y sostenible más allá de los resultados parciales y del estado de ánimo de quien firma los cheques. La generalizada percepción coincide en afirmar que el Junior es manejado con las vísceras y no con el cerebro, que el único plazo que existe es el corto, y que el entorno caníbal que conforman buena parte de prensa y afición juega en su contra siempre.
Nos preparamos para ver un capítulo más de la repetidísima novela del cambio de técnico. No hace falta ser adivino para intuir lo que se dirá y prometerá mientras escuchamos y vemos golpes de pecho y actos de contrición. Ojalá llegue pronto el día en que sean los directivos los que empiecen con el ejemplo presentando de manera clara y concreta el proyecto deportivo que plantean desarrollar con técnico y jugadores.
La ficha es de ellos, pero el sentimiento es nuestro.
@alfredosabbagh