Por años muchos académicos han debatido y escrito pertinentes reflexiones y estudios sobre los conceptos de “texto” y “discurso”. A los que los consideran sinónimos se contraponen los que separan su significado y distinción basados en lo que podría ser la linealidad del texto versus la urdimbre del discurso, en donde este último se forma a partir de la relación de los primeros. Otra interpretación, con la que personalmente me identifico, entiende al discurso como “el texto en su contexto”; es decir, el texto acompañado de un mínimo y básico conocimiento de los elementos que lo rodean, y que permitan entenderlo a la vez que diferenciarlo. Sacado del contexto, un texto produce ruido.

Entendido el contexto como fundamental, darlo por supuesto u olvidarse del mismo se constituye en un error en el que se tiende aún a caer con frecuencia en el oficio de informar, a lo que sumamos también el innecesario uso de adjetivos o adverbios que cargan con una calificación subjetiva lo que en principio parece ser un dato objetivo. Y ojo, que aún sin adjetivos, a los datos hay que leerlos con detenimiento. Acudo a un viejo ejemplo: 5 personas cenan cada una un pollo entero, y otras cinco no cenan nada. La estadística dirá que a cada uno le tocó medio pollo. Con seguridad y justicia los expertos en esa rama de las matemáticas protestarán ante el ligero uso que se hace de la misma en este ingenuo ejemplo; pero sin contexto que medie es una interpretación, aunque fallida, posible. Y si se repite lo suficiente, confunde.

En estos días de reformas tributarias y definición del presupuesto general de la nación para el anunciado difícil 2023, se han repetido manidos vicios de forma a veces disfrazados con sutileza. Otro ejemplo: Si el presupuesto de una cartera es de, por decir una cifra, 90 pesos, un medio podría decir que el presupuesto está por debajo de los 100, y otro podría optar por decir que está por encima de los 80. En ambos casos lo dicho es cierto, pero la percepción que genera el leer o escuchar “por encima de” es muy distinta a la que deja un “por debajo de”; y bien sabemos todos el papel que la percepción juega en la democracia.

Y si nos quedamos con el dato puro en el ejemplo y no le agregamos ningún calificativo, el número por sí solo no es más que eso si no se le compara, en su contexto, con los presupuestos de otras carteras, con el histórico acumulado de valores asignados, o con el plan de acción que se pretende desarrollar. Este mismo proceso debería realizarse al final, comparando presupuestado con ejecutado y haciendo todas las preguntas que haya que hacer para clarificar lo que en realidad significa ese número.

Para no quedarnos como los del medio pollo en el papel, toca preguntar y comparar. Aplica para todo, incluyendo metros cuadrados de arroyos canalizados versus inversión, aprobación de licencias de construcción versus estudios ambientales y de movilidad, ingresos versus compromisos; y demás etcéteras que bien caben en nuestro contexto.

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@alfredosabbagh