Bien vale la pena recordar nuevamente el momento mágico que vivieron los paseantes parisinos que ingresaron al Gran Café aquel diciembre de 1895 a disfrutar de la primera presentación pública y paga del cinematógrafo; el invento perfeccionado hasta ese momento por los hermanos Lumiere que permitía, como aún lo hace, vencer el paso del tiempo eternizando en una imagen el movimiento, los gestos, las miradas y las acciones de quienes, seguramente sin conciencia de lo que significaba, se mostraban ante el lente de la cámara que los citados ingeniosos hermanos llevaban afinando desde hace años.

Esa misma historia cuenta que una de las primeras películas presentadas, que no pasaban de unas cuantas decenas de segundos, corresponde a la ya mítica Salida de los obreros de la fábrica; en la que vemos a los operarios de la empresa familiar de los Lumiere atravesar un gran portón para iniciar el camino de retorno a casa. Una mirada pausada y no necesariamente profunda de la corta peli nos muestra a los obreros salir a volandas por el citado portón para tomar camino a ambos lados de la calle sin mostrar mayor interés en el artefacto que los miraba. Aunque se supone que lo que estamos viendo ocurre en la realidad, la salida ordenada y alguna sonrisa cómplice evidencian la puesta en escena. De pronto, irrumpe en la imagen un perro que juguetea brincando y siguiendo al que parece ser su dueño. En su emoción se acerca a la cámara y permanece visible hasta el final del rollo. El perro, salido del libreto que indicaba no mirar a la cámara y caminar rápido a ambos lados, hizo lo que le dio la gana. Se mostró como es a pesar de los intentos de su amo por llevarlo al camino. Así entendido, el aparente feliz animal reivindica el valor de lo real ante la cámara que, como se dijo, eterniza ese momento. 

En estos tiempos de pandemias simultáneas causadas por virus mutantes, universos virtuales, falsas noticias, versiones vendidas como verdades, miedos impuestos y otros heredados; indispensable resulta darle el valor que requiere a esos momentos de mágica epifanía en que la realidad se revela ante nosotros. Nos toca, eso sí, hacer el esfuerzo de buscarla, verla y entenderla. Puede que no todas las veces nos guste, pero al final es mejor ver perros saltando en libertad que poses libreteadas y de catálogo diciendo y haciendo lo que esperamos que digan y hagan.

Aunque suene a perogrullada, ese año 2022 es fundamental en muchos sentidos. Tenemos la obligación ciudadana de no comer más cuento ni tragar entero. Tenemos que buscar respuestas a las preguntas, pero primero tenemos que atrevernos a preguntar. Y una vez encontradas las respuestas, tenemos que entenderlas, aceptarlas y actuar en consecuencia. Lo que no podemos seguir siendo es extras figurantes en la película que desde hace años dirigen los mismos y de la que ya sabemos el final. Vamos a salirnos del libreto. Sigamos al perro.

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@alfredosabbagh