Alberto Linero es un hombre de alma limpia. No he conocido un ser más transparente. Ni en el púlpito ni en la calle. Cuando está hablando con Dios, en su nombre o en el de todos, es uno. Cuando juega dominó o canta vallenato, es el mismo.
Las malas palabras que por lo general dice en las tertulias, a veces se le salen en la misa. Pero nada daña su esencia única. En cualquier circunstancia, Linero inspira confianza.
Basta escucharlo cuando interpela a un adolescente que intenta escoger, entre dos caminos, el más inconveniente; o defendiendo la tesis de que no hay que casarse enamorados, o argumentando el antimachismo de Dios, o cuestionando los eufemismos que se inventan los pecadores para justificar sus acciones descomedidas.
Por eso, su decisión de “colgar los hábitos” no me mortifica. Y tampoco debería afanar a las personas que lo siguen.
Linero no ha roto con Dios, si es que ese es el tema. Lo cansaron las lógicas de una Iglesia terca, obstinada y en ocasiones incoherente, donde parecen ganar terreno las dobles vidas (o dobles morales) y el poder de sectores conservadores que hasta han osado pedir la renuncia del papa Francisco para no dejar avanzar reformas necesarias.
No nos equivoquemos en el debate. El problema no es que Linero haya dejado de seguir a Cristo (¿acaso se requiere la sotana para ser cristiano?), ni que quiera un mejor estatus económico (legítimo, si así fuera), ni que ande enamorado (y si lo estuviera, la decisión hablaría de una valentía admirable).
El problema es que la Iglesia está en un momento coyuntural de su historia, en el que debe tomar decisiones trascendentales como las que propone Bergoglio.
No sé si sea posible avanzar en una revisión profunda al Celibato, la Comunión, el Matrimonio o el machismo de los ceremoniales, que deben estar en la agenda de los cambios.
Cuando algo así se asoma, aparecen los detractores y atacan por los lados dolorosos.
Claro que hay pederastia y que debemos desterrarlas de todas las religiones, pero ¿no les parece extraño que le reclamen por ella al pastor que más la ha atacado?
A Linero, intuyo, le afanó que su Institución estuviera indefectiblemente secuestrada. El mensaje que leo, y sigue siendo mi interpretación, es que ahí no había mucho que hacer ni autoridades interesadas en alterar el statu quo.
Y resolvió sus dilemas marchándose.
Al hacerlo fue, de nuevo, coherente. Como la ha sido toda su vida.
Se va con lágrimas, pero con su alegría de siempre. Ha sido atacado sin misericordia por la ignorancia o los impíos de la libertad individual, pero lo cubre la conciencia tranquila.
Sí. Seguramente ya no lo veré dirigiendo los oficios religiosos ni entregando la ostia en una iglesia Eudista, pero cuando me lo encuentre le hablaré con reverencia, pues el respeto que le tengo no se lo daba la estola sino su entereza.
@AlbertoMtinezM
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