
Barranquilla seduce.
Hasta a un cachaco que es hincha del América, toma caldo al desayuno y usa guayaberas apretujadas.
A ese interiorano que, bueno, ya hay que decirlo, es el Presidente de la República, le encanta venir a la ciudad.
Lo hace atraído por la sensualidad.
Las ciudades sensuales concitan la atención y comprometen. En ellas, visitantes como él, disfrutan a plenitud el placer de los sentidos.
En Barranquilla y New Orleans, por ejemplo, es un deleite ver, saborear, tocar, oler, oír.
Y uno lo hace en el delta del río Misisipi o al pie del malecón que sirve hoy de terraza al río Grande de la Magdalena.
Para Duque, de hecho, la comparación de Barranquilla entre New Orleans no es la metáfora ingeniosa de un músico de estas tierras.
Por la ciudad norteamericana –recuerda– pasaron grandes escritores del sur de Estados Unidos como Mark Twain, William Faulkner, John Dos Passos y Scott Fitzgerald, los mismos que en los años 50, leían los intelectuales rebeldes del Grupo de Barranquilla que dejaron su corazón en la librería Mundo.
En la Nouvelle-Orléans crearon uno de los grandes carnavales de los Estados Unidos, más conocido como el Mardi Gras, que se celebra el martes antes del miércoles de ceniza, justamente cuando los barranquilleros están enterrando a Joselito, el símbolo de su fiesta homérica de cuatro días.
El bello puerto del norte posicionó una rica y variada gastronomía, que nada tiene que envidiar a los polifacéticos platos que fue cocinando desde su génesis el esplendor de la Puerta de Oro.
Pero el parecido más importante de los dos lugares se remite a “la gente alegre y maravillosa que uno encuentra a cada lado”.
A falta de New Orleans, Duque se escapa a la nueva Barranquilla. Aquí come arepa de huevo en una tienda popular y acepta el rechazo de una aficionada que no le deja firmar la camiseta del Junior para evitar la sal de un hincha del América.
Cada vez que viene, cuenta la anécdota del alcalde Char en el BID. Lo habían elegido alcalde por primera vez y le contaba a Luis Alberto Moreno, el presidente del Banco, todos los proyectos que tenía para la ciudad. “Ese hombre disparaba proyectos por todos lados. Yo creía que era un soñador con poco sentido, pero lo que hoy veo en Barranquilla es la realización de todos esos sueños”.
Fascinado, como estaba, la última vez fue pletórico en anuncios. Dijo que en diciembre inaugurará el Puente Pumarejo, que en el 2020 se acabará el fantasma de Electricaribe, que reabrirá la licitación para recuperar la navegabilidad del río Magdalena, que convertirá a Barranquilla en la primera biodiverciudad del Caribe, que regalará 8 instituciones educativas a 10.240 estudiantes y que trabaja con los gobiernos de Perú y Ecuador para traernos el Mundial de Fútbol 2030.
Compromisos, todos, de un enamorado que empieza a ser correspondido por la ciudad de sus encantos.
albertomartinezmonterrosa@gmail.com
@AlbertoMtinezM
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