Hay silencio y estoy en mi estudio, rodeado de mis libros. Este es el espacio para sumergirme en mí mismo, para volver a agradecer lo vivido, entender algunas fallas y levantar la mirada en busca de un buen futuro. En ese viaje interior me encuentro con mi infancia, la cual disfruté de manera sencilla. Allí me topo con algunas carencias, con algunos límites, con algunos "no" que recibí. Ahora, cuando los años se han sumado, los valoro tanto. Estoy seguro de que esas experiencias me forjaron y me permitieron ser quien soy hoy.

Entiendo que, en la sociedad de la desmesura, del placer al extremo, del querer y poder hacerlo todo, no hay espacio para valorar lo que hizo falta. Sin embargo, estoy convencido de que las carencias tienen sentido en la vida y nos permiten desarrollar habilidades muy necesarias. No estoy romantizando la pobreza, que siempre es dura y cruel. Todos debemos tener las condiciones mínimas para vivir dignamente. Lo que quiero resaltar es que las renuncias, las limitaciones y las necesidades también le dan sentido a la existencia.

No lo tuve todo de niño. Tuve lo necesario y lo que mis padres pudieron darme. También tuve la exigencia de aprender a valorar lo que me iban ofreciendo y a entender que más importante que el regalo era quien lo daba. Eso hacía que disfrutara cosas y experiencias que tal vez no tenían un gran valor económico, pero llenaban de sentido la vida. Las carencias me enseñaron que no era merecedor de todo, que tenía que ser trabajador y agradecido. Por eso aprendí que lo más importante no era quejarme y exigir, sino planear, trabajar y luchar por alcanzar lo que necesitaba. Gozaba lo que tenía en medio de lo que faltaba.

Me alegró encontrar en el libro de Gabriel Rolón La Felicidad - Más allá de la ilusión un concepto que me hizo entender por qué soy feliz, por qué he aprendido a gozar en medio de lo que falta: “La única felicidad que puede alcanzar un sujeto atravesado por la incompletud, el deseo y el lenguaje, un sujeto carente, barrado, es una felicidad en falta a la que llamaremos 'faltacidad'.”

Es una lástima que algunos padres de familia hayan optado por hacerle creer a sus hijos que todo lo merecen y que pueden tenerlo todo, asegurándose de que estos no disfruten nada o lo hagan de manera efímera porque suponen que siempre deben esperar más. O que algunos conferencistas hagan creer a la gente que la felicidad está en tenerlo todo, lanzándolos al sufrimiento de comprobar que siempre falta algo. Hay que ser feliz mientras vamos de camino, porque siempre estamos de camino. Dedícate a ser feliz.