Una gran tentación que tenemos en estos días es dejarnos arrastrar por la fuerza del pesimismo, creyendo que todo tiende a empeorar y entregándonos a la derrota con la creencia de que no se puede hacer nada. Creer que nos ahogamos en el río de situaciones adversas que nos golpean. Particularmente, me resisto a caer en esa tentación y todos los días opto por el optimismo, es decir, por ver la perspectiva positiva de todo lo que vivo, sacar las lecciones que me ayuden a crecer personalmente y tratar de encontrar la manera de superar las dificultades.
La espiritualidad alimenta el optimismo al permitirnos trascender, lo que nos ocasiona tener una perspectiva más amplia de la realidad y no quedarnos en la urgencia y la inmediatez que desfiguran todo, agrandando los problemas y dejándonos sin posibilidades de solución. Una buena experiencia espiritual nos permite ser capaces de ver lo bueno en los demás y en el mundo que nos rodea, lo cual genera confianza y esperanza, actitudes fundamentales para no desfallecer y luchar contra las adversidades.
Las prácticas espirituales nos permiten entender cuál es el control que tenemos sobre la vida y, en concreto, sobre qué dimensiones exactamente. Nos impulsan a trabajar en ellas, a enfocarnos en trabajar con todo lo que somos y tenemos para alcanzar los objetivos, pero también para saber qué está fuera de nuestro control y aceptarlo con sabiduría. Somos optimistas cuando hacemos lo que está en nuestras manos y no simplemente nos quejamos de lo que sucede.
La conexión con nuestra esencia nos permite descubrir que somos hábiles y capaces de solucionar las dificultades, por lo que nos enfocamos en las respuestas idóneas y no en los problemas. Algunos solo saben criticar, destruir y hacer violencia de cualquier tipo, y nunca han resuelto ningún problema vital, por eso tienden al pesimismo. El optimismo se expresa en planes de solución, en actitudes de construcción y proyectos realizados.
La espiritualidad nos hace asumir el todo de la existencia, generando en nosotros fuerza interior para ser resilientes y no quedarnos derrotados en las diferentes situaciones duras y dolorosas que vivimos. Pablo lo dice así: “Así, aunque llenos de problemas, no estamos sin salida; tenemos preocupaciones, pero no nos desesperamos. Nos persiguen, pero no estamos abandonados; nos derriban, pero no nos destruyen. Dondequiera que vamos, llevamos siempre en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se muestre en nosotros” (2 Corintios 4,8-10). Hoy quisiera invitarte a ser optimista, un optimista que trabaja porque todo sea mejor.