Es una expresión manida: “Vive cada momento como si fuera el último”, pero igual se nos olvida por la presión que nos provoca la rutina de la cotidianidad. Se nos olvida que siempre estamos expuestos al final, que la incertidumbre nos atraviesa y tenemos que vivirla, no como una desgracia, sino como una oportunidad. La última vez que me encontré con mi tío Álvaro Gómez Igirio y conversamos amenamente, no imaginé que dos meses después estaría en su funeral y no podría volver a hablar con él.
Así es la vida. Hoy estamos y mañana es probable que no. Hoy reímos, cantamos canciones que mueven nuestras emociones más jubilosas y mañana podemos tener encharcados los ojos por las lágrimas ante la ausencia definitiva. ¿Qué hacer? Obvio que aceptar la realidad tal cuál es, llorando y expresando el dolor que tenemos sin dejar que los prejuicios nos limiten, pero creo que lo más importante es vivir con conciencia y mucha pasión cada instante, de tal manera que, si llegase a ser el último, se convierta en un motivante para los mejores recuerdos.
Cuando abrazaba en condolencias a Eva Mancilla, la pareja de mi tío, me dijo: él te admiraba y te quería, y yo tuve que decirle que lo sabía y que él también supo que yo lo quise con todas las fuerzas de mi ser, porque intenté siempre hacérselo saber. A veces acostumbrarnos a la presencia de los demás, por verlos constantemente, nos puede llevar a perder de vista lo importante de recordarles siempre lo que significan para nosotros.
Por estos días paso mi duelo, intentando vivir superando la pérdida, y trabajo por lo menos en tres actitudes que pueden también servir a quienes pasan por un momento similar a este, y por eso quiero proponerlas:
1- Agradecer todo lo vivido con esas personas, los aprendizajes asumidos y las sinergias que nos permitieron crecer y realizar nuestros sueños. Su presencia en la vida tiene un sentido y tenemos que explicitar luego de la partida de aquellos a quienes hemos amado y ya no están.
2- Honrar a esas personas siendo felices. Creo que es la mejor manera de decirle a quienes han partido que los recordamos; pero también valorándonos y construyendo una vida satisfactoria con propósitos que nos permitan disfrutar.
3- Comprometernos en tener relaciones sanas, respetuosas, emocionantes y funcionales con los que están a nuestro lado, porque un día podremos no estar vivos y es desde esas relaciones que se construyen los mejores recuerdos.
Hoy pienso en mis muertos y celebro la vida. Saber que un día no estaremos me hace amar y gozar más el presente. Solo tendría sentido la muerte si tiene sentido la vida.
@PLinero