La inclusión de las personas con discapacidad sigue siendo una asignatura pendiente en Colombia. Aún tenemos lugares que tienen protocolos, procedimientos y normas que son un obstáculo para personas con distintos tipos de discapacidad.

Lo hemos visto recientemente en la prensa, como el caso de las personas que no pudieron subir al avión porque la aerolínea no contaba con “personal de asistencia” para su discapacidad, o la persona ciega que no pudo hacer uso del gimnasio al que se había inscrito porque no permitían la entrada de su perro guía.

En días pasados me tocó vivirlo en carne propia. Uno de mis sobrinos está en el rango del autismo. A sus 6 años la mayoría de las cosas las comunica sin hablar, y aunque parece que vive en su propio mundo, la verdad es que vive en el mismo de todos los demás, pero con una relación con el exterior única y desafiante. El agua es uno de sus espacios predilectos y por eso cuando visitamos el parque temático Hacienda Nápoles y fuimos al espacio llamado ‘Aventura Jurásica’ esperábamos que fuera una gran experiencia para él.

Sin embargo, tuvimos un momento doloroso cuando el niño quiso montarse en los pequeños toboganes. Estuvo jugando en algunos y su alegría fue desbordante y la nuestra también al verlo así. En otro nos explicaron con lenguaje amable, y respetuoso que para usarlo se requieren posturas y cuidado que él no estaba mostrando en ese momento. Pero en una de las experiencias nos encontramos con esa persona que no entiende la diversidad y no se permite reflexionar al respecto. Su negativa fue obstinada y sin la menor intención de escucha. Afirmó que se había decidido que mi sobrino no hiciera uso de ninguna otra atracción del parque por ser ‘discapacitado’. El lenguaje, la actitud, la incapacidad para notar la exclusión que estaba imponiendo sobre el niño nos inflama las emociones. Mi hermana es una psicóloga curtida, que trató de conversar para hacerle saber que eso es una forma de maltrato y que no está bien. La respuesta fue una peor actitud y una mayor discriminación.

De modo que mi hermana se retiró con el niño, con el mismo dolor de tantas familias de personas con discapacidad que a diario reciben un NO como respuesta en aquello que es su derecho. Aunque informé a los supervisores no creo que haya servido para mucho.

Estos días he estado pensando en el sufrimiento que causa la discriminación, en las oportunidades que a diario le son negadas a las personas con discapacidad, y en la necesidad de vencer esa mirada estrecha y apática que nos impide notar el enorme fracaso que significa no estar preparados para responder a la diversidad.

@Plinero