Ahora resulta que el alcohol no es malo para la salud. Solo el exceso. Es una conclusión absurda, pero inevitable, después de que la Corte Constitucional negara nuestra solicitud de advertir que el consumo de bebidas alcohólicas es nocivo —no solo su abuso—. Eso sí: la Corte exhortó al Congreso y al Ministerio de Salud a actualizar la política pública sobre alcohol según la mejor evidencia disponible y las recomendaciones de la OMS.
Y sí: crece la evidencia de los daños que causa el alcohol no solo en la salud física y emocional, sino también en sus efectos indirectos: siniestros viales, delincuencia y violencia (sexual, intrafamiliar y comunitaria).
La Corte nos ofrece la “tranquilidad” de que el consumo por menores de 18 años está prohibido, como si eso se cumpliera. El Estudio Nacional de Consumo de SPA 2022 muestra que la edad promedio en la que empiezan a beber es de 13 años y la cerveza la más consumida.
Hoy el alcohol es el rito de iniciación de la adolescencia. Niñas y niños crecen expuestos a una publicidad que asocia el trago con la amistad, las celebraciones, el éxito, la belleza, el fútbol, sus ídolos… con todo lo deseable a los 13 años.
A esto se suma la disponibilidad en domicilios, tiendas, supermercados y negocios nocturnos, que ignoran la prohibición de vender a personas menores de edad. Y cuando hay algún control, surge otro negocio: el de las contraseñas falsas que se comercian en colegios y comunidades. Así funcionan muchos espacios dirigidos a menores de edad: desde conciertos, proms y excursiones hasta fiestas de disfraces y un sinfín de eventos.
Trabajamos con nuestros aliados para que las comunidades educativas puedan acompañar mejor a las familias. Pero es común oír a los padres decir: “esa pelea ya la perdí” o “como no le permitimos tener contraseña ni consumir alcohol, no lo invitan y sus amigos no vienen a nuestra casa”.
¿Hemos cuidado a niñas y niños solo para entregarlos a quienes se lucran exponiéndolos a riesgos y daños enormes? No somos capaces de reconocer que las noticias recientes muestran las consecuencias de estar bajo los efectos del alcohol.
La muerte de la joven en Cali, el asesinato del estudiante universitario, el caso del taxista en San Cristóbal y la denuncia de la columnista Yolanda Reyes sobre las excursiones de colegios a Santa Marta están conectados.
No sigamos permitiendo que la adolescencia sacie la sed de lucro del negocio alrededor de las bebidas alcohólicas; no sigamos creyendo que el problema es solo el exceso, ni que a mí no me toca.
Reportemos estas prácticas en www.teprotejocolombia.org o en la aplicación Te Protejo. Pronto los invitaremos a exigir la nueva política de prevención del consumo del alcohol en Colombia según la Corte Constitucional.
Directora ejecutiva de Red PaPaz







