Todo ser humano tiene el derecho a mostrar inconformidad con actos, opiniones, actitudes, posturas, decisiones, sobre las cuales no está de acuerdo. Es una ley natural. El acto de responder no a una propuesta determinada debe ser inherente al comportamiento humano. Pero todo ello debe lograrse mediante la ponderación y el respeto, con educación, con organización, con sindéresis, porque de lo contrario puede generarse violencia o respuesta terriblemente caótica. En esto interviene la educación y cultura de cada quien, obviamente, pero el temperamento del ser humano juega un papel importante porque denota la esencia de los seres humanos.
Colombia vive a diario la violencia. Hasta el más mínimo detalle la genera, la produce, la manifiesta y con ella sucumbe todos los límites del freno. En su Discursos sobre Tito Livio, en el capítulo IX, Maquiavelo afirma: “Digna de censura es la violencia que destruye, no la que construye”. En nuestro país toda la que se engendra, la que vemos, vivimos a diario, es para producir la explosión, el caos, la barbarie. A diario, con agarrar un periódico, escuchar la radio o prender el televisor nos invaden con una ola salvaje de violencia, en todos los niveles y en todos los sitios y a todas horas y en prácticamente todos los niveles sin distingos de la condición humana.
Se puede protestar, sí. Todos tenemos el derecho a hacerlo cuando no estemos de acuerdo con alguna decisión o actitud oficial, del Gobierno o privada. Pero con decencia, con argumentos, con altura, con dignidad. Esto nos hace falta y lo necesitamos. Debe enseñarse como materia básica desde los colegios, debe interiorizarse en los hogares como una costumbre más. Estamos acabando con Colombia a punta de odios, de incendios conceptuales. Somos unos incivilizados que no aprendemos de la historia y vamos hacia el caos. Protestemos lo que no nos gusta, lo que no aceptamos por alguna razón, pero con criminal criterio.
Ahí tenemos las estadísticas cotidianas: solamente en Barranquilla tres asesinatos diarios en medio de fragor y las angustias de los reclamos hacia el Gobierno que se salen todos los días del cauce moderado para escalar hacia el insulto y la agresión. Tres asesinatos diarios totalizan al mes noventa víctimas que al año suman más de mil muertes como fruto de una violencia desbordada que ya sembró en los espíritus el concepto de que nada se arregla con los diálogos y por eso debemos abordar y utilizar el cuchillo o las balas. Hasta cuándo vamos a entender que hay que frenar estas locuras. Protesta todo lo que quieras, amigo que nos lees, pero tú y los tuyos tomen la decisión de protestar sin recurrir a las balas.


