Este es el último fin de semana de octubre de 2025. Ya el próximo sábado será noviembre. Y volveremos a estar ante la víspera temprana de Navidad y Año Nuevo. “Qué rápido pasa el tiempo”, decimos. Pero no terminamos de notar cuánto ha cambiado la vida porque, precisamente, la estamos viviendo. Hace poco escuché a alguien decir que en su casa nunca acaba de pasar Halloween cuando ya todo se empieza a vestir de navidad. Si hoy tenemos un presente, ¿por qué atesorar tanto el pasado y darle tanto valor al futuro? Tal vez porque somos resultados imperfectos del tiempo, que tiene su propio ritmo, que escribe su propia historia.

Hace un año, apenas develaba el sexo biológico de mi bebé, quien entonces se gestaba en mi vientre… Ella, ese ser de sublime belleza, hoy ya gatea. Pasará un año más y puede que vuelva a leer esto que escribo, sin alcanzar a advertir ahora lo que en ese momento futuro haya mutado en mi vida, como en la de tantas otras personas a mi alrededor.

«El más breve y fugaz» de los tiempos, para Séneca, es el presente… «El único tiempo que realmente poseemos y en el que tenemos control para actuar» es brevísimo. Es decir, que no se puede desperdiciar este día o este mes en el que ahora estamos, porque lo que hoy hagamos más que pronto contará como pasado, y lo que aún no hemos vivido quizás nunca llegue si quiera a llamarse futuro.

En este diciembre, para mí, no solo llegarán las brisas. Llegará también ese último eslabón que me falta pisar para en 2026 iniciar la década de los cuarenta. Entonces veo desde ya cómo la vida se resume en años. Cómo todo termina siendo una marca de tiempo. Y cómo, mientras lo que somos ocurre, seguimos intentando construir nuevas formas de ser.

De no vivir a conformidad, la idea del eterno retorno planteada por Nietzsche, que dibuja el plató de la vida como un círculo plano, asusta. Porque en las experiencias que protagonizamos lo que más peso ha de tener no es el punto de partida, ni tampoco el de llegada, sino el camino, que no es otro más que el vivísimo presente.

Aunque nos parezcamos a lo que antes fuimos, no somos una repetición eterna. Lo que hicimos hace un año fue el cimiento de nuestro presente. Del mismo modo que lo que hicimos hace un año también seguirá definiendo lo que seremos en el futuro. Y así, mientras la memoria lucha sin cesar contra el olvido, la vida continúa construyéndose a punta de primeras y últimas veces.

@catalinarojano